JUAN DIEGO BECERRA | El Nuevo Siglo
Domingo, 15 de Enero de 2012

Esperanza

El intercambio epistolar de los últimos días ha logrado generar en la sociedad un estado de extraña expectativa. Más allá del cambio de tono de Timochenko y de la extraña disposición del Gobierno a abrir puertas para salidas negociadas, la esperanza de una nueva oportunidad para recuperar la paz en este país vuelve a abrir la discusión sobre la los diálogos con un grupo armado al margen de la ley.
Quizá nuestra historia reciente no ha sido muy rica en sucesos positivos en torno del diálogo desde las dos esquinas de la negociación, es cierto.
Hace aproximadamente 10 años que nos encontrábamos en medio del Caguán, ad portas de una decepción mayúscula, ya el país reclamaba salir de la inocencia del Gobierno y retomar la mano dura que al final eligió a Álvaro Uribe, aunque pocos recordaban que fue parte del mandato nacional que entonces eligió a Pastrana como Presidente.
Luego en la negociación de Ralito el país esperaba salir de las ignominias de las fuerzas paramilitares, aunque muchas voces reclamaban una posible impunidad, al menos creíamos que íbamos a tener menos hombres armados en el campo. Lástima que el final de la historia terminó siendo una nueva forma la agrupación a la que llamamos ‘bacrim’, igual de miserable a la anterior.
Por eso no hay duda sobre las dificultades que hoy traería el inicio de un nuevo proceso de paz, luego del desplante de hace una década y con un grupo armado que sigue ejerciendo su poder a partir de amedrentar a la población civil. Sin embargo, vale la pena insistir en que los colombianos tenemos derecho por lo menos a la esperanza, quizá de no terminar con todos los problemas del país, pero sí con una maldita guerra que no ha dejado más que familias bañadas en lágrimas.
No tiene nada de malo tener esperanza, no tiene nada de malo tampoco decir que no se cree. Cada cual puede tomar la posición que se le antoje. Lo único que no sirve a este país es seguir pensando que una opción o la otra pueden ser descalificadas por simplemente pensar diferente. A pesar de lo que yo mismo hubiese imaginado, hoy prefiero decir que tengo algo de esperanza.
No dejo de pensar que la guerrilla no tiene la voluntad suficiente, pero de repente un día logremos que funcione. Nada se pierde.
juanego18@gmail.com