¿Y dónde ésta el Alcalde?
Sí. Es cierto que apenas lleva en el Palacio Liévano un mes y que necesariamente está en el proceso de empalme con la administración anterior, que las expectativas estaban demasiado altas, que la responsabilidad es aún mayor de lo que cualquiera pudo haber imaginado en principio. Pero también es cierto que Bogotá trae problemas de gobernabilidad acumulados, que no se necesita demasiado tiempo para identificar el talante del Alcalde y que pueden esbozarse los cambios que hará frente a su programa de gobierno. Y para decir la verdad, hoy el Alcalde bogotano parece perdido en el limbo.
Terminó enfrentándose al grueso del Concejo Distrital después de intentar crear una coalición de gobierno, hasta que terminó por adoptar la política mockusiana de estar sólo frente al mundo; en sus manos la entrada del SITP ha tenido vaivenes que van desde algunos mesecitos hasta más de un año, aunque de repente apareció diciendo que de nuevo podría sería mucho más temprano de lo que había propuesto al principio; el Plan de Ordenamiento Zonal del Norte terminó siendo simplemente el nuevo argumento para diferenciarse de sus antecesores, aunque ya de nuevo se reunió a discutirlo con el Gobernador y el Ministro y volvió a ceder.
A decir verdad ha quemado prensa y noticieros, aunque en el fondo cada vez que aparece termina echándose para atrás en uno u otro tema. Su equipo de gobierno sale recalcando los problemas encontrados, aunque nunca con soluciones reales y prácticas, como si apenas estuviesen pensando, como si la administración distrital pudiese permanecer en ese letargo absurdo que le caracterizó durante el gobierno anterior, tan nefasto para la ciudad.
Es tan triste la situación que incluso se escuchan voces añorando a Clara, como si ella sí fuese una buena alcaldesa. Seguimos viendo a la Bogotá Positiva de Moreno en lugar de la más humana que se supone que empezó en el gobierno de Petro, pero que está tan refundida como el mismísimo Alcalde elegido por los bogotanos.
Espero que todo esto apenas sea la dificultad de entrar a gobernar una ciudad como esta, que al final termine cerrándome la boca con acciones, con gobernabilidad, con ejemplo.
En el fondo lo que importa es la ciudad, no su cabeza, no sus convicciones o sus ideas. Quedan tres años y once meses para el ejercicio de su gobierno y sólo queda rezar para al final este errático comienzo sea apenas una mala anécdota de gobierno.
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