Los niños y jóvenes de hoy tienen cada vez más tiempo para divertirse, también tienen a su disposición más medios. En este artículo trataremos de las diversiones como elementos criminógenos.
El deporte es la actividad anti criminógena por excelencia, todo impulso que se le dé y todas las instalaciones deportivas que se construyan, serán en bien de la colectividad y en disminución de la corrupción de menores.
En este punto queremos tan sólo anotar que es necesaria una minuciosa reglamentación del deporte, así como su vigilancia, para evitar que se desvirtúe su finalidad, en actitudes como drogarse.
El problema del deporte no ha podido ser solucionado, prueba de ello son los pobrísimos resultados obtenidos a nivel internacional, con la consabida frustración popular.
El billar es un juego de salón por demás discutido. No es que el billar en sí tenga nada de nocivo, simplemente que los billares han sido por tradición centros de reunión de todo tipo de vagos y malvivientes.
Se ha buscado la protección del menor, prohibiendo su entrada a los billares (al menos hasta los 16 años), con resultados satisfactorios, aunque quizá fuera preferible ampliar la edad de prohibición.
De todas formas, el billar y cosas de juego, sigue siendo un medio criminógeno, un sitio de reunión de indeseables, pero que siempre es preferible a la cantina o al prostíbulo.
Desde luego que es muy arriesgado generalizar; hay lugares donde el billar y la cantina son el mismo establecimiento; hay billares que son centros de tráfico de droga, objetos robados, y hay otros, verdaderos clubes recreativos, en que puede encontrarse también ajedrez, dominó y otros juegos de salón.
La solución no es cerrar los billares y casas de juego, sino vigilarlos y poco a poco sustituirlos por centros más provechosos.
El juego de azar está prohibido en ciertos lugares, sin embargo, es adoptado por los menores en múltiples manifestaciones, que van desde los juegos con monedas, hasta juegos más complejos con dados o barajas.
Aunque no representa un serio problema, es necesario mencionarlo, pues mientras más sea el sujeto aficionado al juego, buscará entretenimientos complicados donde se gane (y se pierda) más.
El bar
Las cantinas y bares no son problema, al menos los menores tienen prohibido entrar a estos lugares. El problema lo representan las cantinas disfrazadas de restaurantes, en las que se consumen bebidas alcohólicas, y algunos lugares de la República en donde el control no es tan estricto.
Así las cantinas, últimos reductos meramente masculinos, se han convertido en restaurantes, y aunque han dejado en mucho de ser lo que eran, es necesario vigilar que no se amplíe la autorización para los menores de edad.
Los cafés y los bares no son de por sí lugares indeseables, y si en ocasiones se han reunido bandas de vagos.
Hace tiempo, en la ciudad se pusieron de moda los “cafés cantantes”, que han sido bastante perseguidos, algunos de ellos con justa razón, pues vendían bebidas alcohólicas a los menores, pero la mayoría de tales cafés eran centros de reunión de los jóvenes que se juntaban a oír música.