Hoy más que nunca lamento la progresiva extinción del más formidable movimiento político del siglo antepasado y el pasado, La Democracia Cristiana. Así como el liberalismo clásico y el conservatismo puro del sentido republicano en Europa y luego en América se fueron apagando, la DC surge como alternativa al capitalismo salvaje y al comunismo en Europa y el resto del mundo, proponiendo un ideario basado en la opción preferencial por los más pobres dentro del sentido social cristiano, es decir el estado en función del hombre sin restricción del capital, pero este como medio mas no como fin. Con plena libertad de empresa y un profundo sentido democrático.
La DC toma mucho de la encíclica social del Papa León XIII, Rerum Novarum, (nuevas cosas) y desde ahí de la doctrina social de la iglesia, teniendo como principios doctrinarios la eminente dignidad de la persona humana, la igualdad social, respeto a la libertad, el pluralismo, la solidaridad, la familia, la defensa a la vida, entre otros. Un pensador alemán Frederich Ozanam fue uno de sus precursores, luego el sacerdote italiano Don Luigi Zturzo. Más adelante surgirían prohombres democristianos que fueron los grandes responsables de la reconstrucción de la Europa de la posguerra, como el canciller Konrad Adenauer seguido de Ludwig Erhard en Alemania, así como en Italia Alcide de Gasperi, a quienes les toco levantar al continente destruido por la primera y segunda guerra mundial a manos de los Nazis de Hitler, los fascistas de Mussolini y el comunismo de Lenin.
De aquella época para acá, la DC influyo en toda Europa hasta los días de hoy bajo el gobierno social cristiano de Ángela Merkel con su filosofía económica de la “doctrina social de mercado”, legado de la DC al mundo practicado en Alemania con formidables resultados.
En Latinoamérica ingresa en 1947 con la creación de la ODCA, Organización Demócrata Cristiana de América, de la cual yo fui su vicepresidente entre 1989 a 1992 siendo Secretario General del Partido Demócrata Cristiano de Colombia, fundado en 1959 como movimiento por dos grandes hombres: Francisco de Paula Jaramillo y Álvaro Rivera Concha (q.e.p.d) quienes muy jóvenes asistieron a la reunión de la ODCA en Lima y motivados por personajes como Rafael Caldera y Eduardo Frei Montalva vinieron a instaurar esta fuerza política como alternativa al bipartidismo liberal-conservador.
En Colombia la DC tuvo magníficos aportes a la sana política, aparte de ser un partido doctrinario de excelente formación, por lo menos yo orgullosamente democristiano, le debo mi formación política a esa doctrina.
Durante el siglo pasado y parte de este, fueron presidentes democristianos en Latinoamérica: Eduardo Frei Montalva, Patricio Aylwin y Eduardo Frei Ruiz Tagle en Chile; Rafael Caldera y Luis Herrera Campins en Venezuela; Oswaldo Hurtado y Jamil Mahuat en Ecuador; Ricardo Arias Calderón en Panamá; Rafael Ángel Calderón Fournier, Miguel Ángel Rodríguez y Abel Pacheco en Costa Rica; Napoleón Duarte en Salvador; Vinicio Cerezo en Guatemala; Joaquín Balaguer en República Dominicana; María Liberia Peters en Curazao que sirvieron a sus países. En Colombia Belisario Betancur, Misael y Andres Pastrana tuvieron influencia doctrinaria de la Democracia Cristiana.
¡Hoy este ideario le vendría bien a Colombia!