Entre los partidarios del predominio de causas sociales en la etiología de la delincuencia, la influencia del medio constituye un elemento muy importante de predisposición al delito. Así se habla de las predisposiciones hereditarias y los elementos de determinación al delito creados por un medio familiar desfavorable, porque son casos excepcionales los de una perversidad precoz e instintiva en hijos de familias honestas, donde ha habido preocupación por la educación de los mismos.
Entre los factores familiares que influyen sobre el aumento de la criminalidad deben señalarse, en primer término, la desorganización de los hogares que tendrá por consecuencia el abandono moral de los niños que vienen a ser expuestos a todos los contagios y sugestiones cuando vagan libremente por las calles sin control educativo de ninguna naturaleza. En esta última época de exagerado feminismo también hay casos en los cuales el alejamiento de las madres de sus hogares con el consiguiente abandono de los niños en manos mercenarias; también puede influir el ambiente, el desacuerdo de los padres, las separaciones, los divorcios, etc.
Existen estadísticas en todos los países que demuestran cómo es evidente la predisposición al crimen que producen un medio familiar desorganizado, una mala conducta de los padres, el alcoholismo de ellos y aun las mismas anormalidades mentales.
Como elementos criminógenos del medio familiar también podrían citarse la influencia sobre los hijos de la mala conducta de los padres, su amoralidad, la embriaguez, la pereza, y aun la misma delincuencia. Como también la explotación de la mendicidad infantil. Y en lo que se refiere a la edad de los padres, cuando son muy jóvenes pueden carecer de la experiencia y del juicio necesario para dirigir el comportamiento de sus hijos; y cuando son de una edad muy avanzada se desinteresan de su educación y aún pueden ser incapaces de dirigirla.
Su valor es desigual bajo el punto de vista de la profilaxis criminal porque la instrucción por sí sola de nada servirá en el individuo, sino complementada por una buena educación moral. Por esto dice un autor que la famosa frase tan conocida de Víctor Hugo: “Abrir una escuela es cerrar una prisión”. No puede considerarse como absolutamente verdadera, si en esa escuela que se abre no se da al mismo tiempo que una sólida instrucción una buena formación moral del alumno, las estadísticas penitenciarias de muchos países donde la instrucción y la educación están muy extendidas demuestran que la ignorancia puede favorecer la criminalidad, claro que el sentido social puede adquirirse o desarrollarse por medio de la instrucción y de una buena educación; solo hace excepción a esta regla los anormales mentales y entre ellos sobre todo los heredo alcohólicos, cuya capacidad de desarrollo moral y de comprensión de los deberes sociales son muy limitadas. Sin embargo, algunos anormales pueden ser parcialmente educables.
Garófalo afirmaba que la posibilidad de cultura moral dependía más de la herencia que de la educación y si la instrucción no influye sobre la tasa de la criminalidad si puede intervenir ampliamente para determinar sus modalidades. Las estadísticas judiciales, internacionales en muchas ocasiones, han demostrado que la instrucción por sí sola no preserva el aumento de la delincuencia, la educación moral. Por esto es muy importante que se corrijan muchas de las lagunas y de los errores de los métodos actuales de enseñanza; que en las mismas escuelas puede hacerse un estudio de los anormales de espíritu como medio de una profilaxia criminal; y que la instrucción y educación deben ser individualizadas y tener por objeto una conveniente preparación para la vida social.
Para ilustrar el tema de la criminalidad sobre todo en los jóvenes en relación con su instrucción y educación, me permito citar los conceptos de un autor norteamericano moderno Gueck, quien llama la atención sobre los puntos de mira especiales de la prevención criminógena en los jóvenes.