Quienes vieron a Laureano Gómez en sus momentos estelares, en el Capitolio Nacional comentan “La sala en que actuaba, ante el martilleo de sus frases fulgurantes cobraban la majestad del senado romano. El auditorio se estremecía escuchándolo, dominado por su verbo incomparable. Al comenzar su discurso se paseaba tranquilamente, con esa feroz seguridad con que el león se mueve y ruge, dentro de una jaula, en que se le asegura que los zarpazos, no causan daños irreparables. La voz de clarín cuando la idea lo exigía, caía sobre el mármol, con un golpe ronco de maza hércules, mientras el índice iracundo a la altura del mentón, anunciaba el remate de la vigorosa acusación. Acostumbraba el Dr. Gómez agitar en el aire con rabia, el documento clave, repitiendo, ésta es la evidencia del delito que Ud. ha cometido. Parecía por el dramatismo con que escenificaba el debate, que todo era rayos y centellas imposibles de contener. Escribió Juan Lozano y Lozano que aquello. Parecía un tigre, devorando un ratón…”
El prestigioso líder liberal Enrique Caballero escribió: (De ayer y de hoy, 1990 pág. 195) “…La sola estampa de Laureano Gómez lo hacía inolvidable y lo revelaba terrible. Niño aún yo, lo vi dirigirse al capitolio y creo que pasé mala noche. Rubicundo el rostro. Los ojos verdes, hipnotizantes. El hueso frontal del cráneo, sobre las cejas, sobresaliente. Fornido, cuadrado. Los pies un poco vueltos al interior, daban a su andar lento y seguro un aire gladiador que entra en la arena. Algo de Senador romano por su perfil, purísimo, pero no sé qué de animal de combate. Después lo seguí desde la tribuna de la prensa. Más tarde tuvimos credenciales para la misma legislatura. Los días de sesión tormentosa se extendía la zozobra, como cuando se ha escapado una fiera de un circo. Los ministros le temblaban. Le temblaba el país. El único de ellos que se desenvolvía con elegancia y tranquilidad, porque Laureano se inclinaba ante una cultura superior, era López de Mesa. Indudablemente Laureano era carnívoro. Pero aún era caníbal y no tenía la culpa… Juan Lozano dice que destructor. Bueno, pues yo me atrevería a decir que destruía la corrupción… Y estos fiscales son útiles en la democracia…”
En el gobierno de Olaya Herrera, Laureano adelantaba demoledores debates contra el gobierno por la violencia liberal en algunas zonas. Esto tenía convulsionado al país… En forma inesperada se produjo el ataque militar a Leticia y esta invasión del territorio enardeció los ánimos contra el país invasor Perú. Laureano, instantáneamente, al conocer la noticia en pleno discurso, cambio el contenido del debate y arremetió contra las tropas enemigas, terminando sus palabras así: “Paz, paz, en el interior y guerra, guerra a muerte en las fronteras”.
Carlos Arango Vélez, figura muy destacada de Colombia afirmó: “Cuando Laureano Gómez ingresa al Congreso, el recinto se dignifica. Siempre da altura y grandes a sus intervenciones… Lo que dice cobra especial dimensión por su poderosa autoridad moral y su probado patriotismo”.
En la época de las luchas banderizas, incendiaron residencias de Laureano Gómez y Carlos Lleras … A los dos los indemnizó el Estado. Por fortuna el Frente Nacional fue la terapia contra el sectarismo de unos y otros.