En uno de mis tantos mensajes a través de redes sociales manifesté que las cosas viejas tienen gran valor para una persona mayor, a quien en lugar de deshacerse de ellas le interesa conservarlas, porque representan el relato de su propia vida.
Lo dije por quienes, a sus 80 años o más, añoran su casa de siempre, sus muebles, sus diplomas, sus libros y otros elementos de su pasado exitoso.
Sin embargo, uno de mis lectores, más bien joven, no estuvo muy de acuerdo y supuestamente con conocimiento de causa, manifestó, por el contrario, que algunas cosas viejas le inspiraban malos recuerdos.
Por supuesto, hay malos y hasta dolorosos episodios durante nuestras vidas, pero no son esos precisamente a los que hice alusión. Además, porque buena parte de la reacción de las personas depende de su actitud y ahí es cuando todo se vuelve relativo.
Meik Wiking, director del Instituto de Investigación sobre la Felicidad de la Universidad de Cataluña, afirma que "La felicidad a largo plazo puede depender de la capacidad de crear un relato positivo de la vida”.
Igualmente, dice que siempre hay un equilibrio entre nuestra parte emocional y racional; es decir, la emoción da forma a la mente racional.
Tener buenos recuerdos puede entonces ayudarnos a mejorar nuestro estado de ánimo.
Entre tanto, de lo emocional y lo racional, como del modo de percibir las sensaciones, se habrán de ocupar los expertos, nosotros no porque esa no es nuestra especialidad.
Mejor digamos desde el punto de vista práctico, que más nos preocupa no tener donde guardarlas, de ahí la importancia del tradicional cuarto de "San alejo", del que por higiene mental, debe desecharse, regalarse o destruirse lo que estorbe y cause recuerdos negativos, pues hacerlo o no, también es cuestión de actitud.
Muchos malos pensamientos son producto de la imaginación.
Tampoco podemos hacer desaparecer el pasado, lo que ya fue, como decimos comúnmente, pero sí se puede es inducir o direccionar el futuro, ese que a la tercera edad se vuelve presente, tan incierto y fugaz como el tiempo ya vivido.
Las fotografías, las celebraciones, cumpleaños, navidades y demás motivos para congregar a la familia, la presencia de amigos, los abrazos, las anécdotas y sonrisas, son parte fundamental del disfrute de la vida.
Aferrarnos a lo malo del pasado es restarle espacio al pensamiento para vivir el presente. El aquí y ahora hay que aprovecharlo sanamente y con creatividad. Dar importancia a hechos tristes, melancólicos, o rememorar algunos de los cuales quizás no fueron del todo tan reales, no es bueno". Así es como el paso de los años se convierte en historia, compuesta por penas y glorias, hechos buenos y malos, tristes y alegres.
Quien la desconozca o no la recuerde, está destinado a repetirla, dice una célebre frase.
Y en cuanto a la memoria colectiva, como ciudadanos bien informados es nuestro deber advertir y prever la repetición de realidades que no convengan, con el fin de que no se cometan los mismos errores.