Un hombre joven, trabajador del campo de toda su vida, sufrió hace poco una extraña enfermedad que inició con dolores de cabeza muy fuertes al punto de hacerle perder el sentido. Tratado como si hubiera sufrido un aneurisma, finalmente fue diagnosticado con un “herpes zoster meníngeo” que le afectó gravemente el cerebro. Las consecuencias son verdaderamente trágicas. Perdió la capacidad de crear memoria reciente y le quedó fijada la memoria de hace 8 años más o menos.
El hombre puede sostener una conversación perfectamente coherente pero apenas la interrumpe, porque deba ir al baño o tomarse un café, se le olvida. O mejor, no se le olvida sino que es incapaz de fijarla como memoria en el cerebro. Es como cuando uno escribe en el computador y no salva el archivo. Se pierde y a empezar de cero. Peor que en la película “Como si fuera la primera vez” en la que la rubia Drew Barrymore no puede crear recuerdos a causa de padecer “Amnesia Anterógrada”, pues ella por lo menos puede fijarlos por el día, aunque los pierda al dormir.
Pero como toda situación mala es susceptible de empeorar y tal como decían las abuelas, la cabeza es “la loca de la casa”, a nuestro hombre se le suman sus recuerdos fijos, de hace 8 o 10 años, con la incapacidad de crear nuevos y entonces se le arman unos galimatías terribles que hacen su vida angustiante.
Como el gran problema humano es que de todas las experiencias, las buenas y las malas, se forma el conocimiento que nos es esencial para vivir y el juicio que, según dice Oliver Sacks, debiera ser la “primera facultad de la vida” se estructura no solo de procesos abstractos y mecánicos, sino también de vivencias personales y sentimientos, a este hombre las vivencias fijadas le están impidiendo comprender su vida actual porque es incapaz de actualizar el conocimiento anterior para contextualizarlo con su presente.
El hombre en cuestión hoy vive con la que inició siendo su amante cuando él era casado. Pero el recuerdo que tiene fijado es el de su matrimonio y el de su relación extramatrimonial, mientras que el del período del divorcio y de su establecimiento con la nueva señora se le borró. De esa manera hoy cada que ve a su señora deambulando en paños menores por la casa, lo único que hace es esconderla por temor a que su esposa lo descubra.
El tema empeora, pues él recuerda que tenía un hijo pequeño de 10 o 12 años y no lo relaciona con el hombrón que es hoy con 20 o 22 años a quién le riñe continuamente porque lo ve como un extraño que ronda por su casa para, cree él, coquetearle a su mujer.
Es una historia muy parecida a la que trae Oliver Sacks en “El hombre que confundió a su mujer con un sombrero” que trata de un hombre que podía verlo todo con claridad, pero no reconocía nada. Como Colombia en época electoral. Sin memoria y sin razonamiento. Toda una tragedia de incapacidad cognitiva.
@Quinternatte