El sur de Chile tiene algunos de los lugares más espectaculares de Latinoamérica, entre ellos el Parque Nacional de las Torres del Paine con sus lagos aguamarina y los majestuosos bosques, picos y nevados andinos que caracterizan esta región.
Aquí encontramos una fauna y flora en amplia recuperación bajo la responsable administración de los Parques Chilenos, como es el caso de la población del puma americano, que estuvo cercana a la extinción.
Un poco más al norte se encuentra la Región de los Lagos donde se observan los emblemáticos volcanes de Osorno, Calbuco, Puntiagudo y Tronador, visibles desde el lago Llanquihue y los hermosos pueblos de aspecto europeo donde se establecieron en el siglo XVIII importantes migraciones de alemanes y austrohúngaros, cuyos descendientes son hoy más del 26% de la población chilena.
En Puerto Varas, Puerto Octay y Frutillar se encuentran, iglesias, casas, hoteles y granjas estilo alemán, además de excelentes pastelerías donde se pueden disfrutar los deliciosos “Kuchen” alemanes. Quien ande por aquí debe reservar unas horas para asistir a alguno de los eventos culturales del moderno teatro del lago, construido totalmente en madera, hermoso y muy especial.
A pocos quilómetros de Puerto Varas se encuentra la quebrada de Llanquihue, que da el nombre al lago, con sus rápidos y caídas encañonados en negra roca volcánica, lugar de imperdible belleza.
Puerto Montt encabeza el archipiélago de Chiloé formado por más de 800 islas e islotes que lleva el nombre de la importante etnia, pobladora original de esta región. Aquí nos embarcamos en el Scorpios un barco con capacidad de 100 pasajeros, de casco reforzado para navegar entre témpanos de hielo, y durante seis días visitamos pequeños pueblos pesqueros, termales, rocas pobladas de diferentes gaviotas, cormoranes, fragatas, albatros, además de lobos de mar y algunas focas leopardo y, lo más importante, el Parque Nacional de San Rafael, también conocido como Ventisquero de San Rafael, donde se encuentra el magnífico glacial del mismo nombre, que termina directamente en el mar o laguna marina, donde colapsa, algo único de ver.
Uno puede navegar por entre los enormes trozos témpanos, que diariamente se desprenden del glacial y que, debido al contenido de su formación, son de múltiples tonalidades azules o completamente transparentes, como hielo; indescriptiblemente bellos.
Siendo Chile un país con 6.435 km de costa sobre el Pacífico cuenta con una inigualable oferta de mariscos y peces para el disfrute de la comida de mar. La centolla chilena es famosa por su tamaño y calidad, como son los locos, las machas (almejas rosadas) los cholitos (mejillones), erizos, picorocos (moluscos únicos de sus costas), ostras (pequeñas pero muy gustosas), angulas, chipirones, ostiones o vieiras y pescados de muchas especies, como la merluza y el congrio, de delicada carne blanca. Todas las preparaciones, como el típico “curanto” y las empanadas de mariscos, son deliciosas.
Hablando de empanadas, no puede uno perderse las chilenas, las de “pino”, rellenas de fina cebolla, carne molida, huevo duro, pasas y aceitunas son mis preferidas; claro, todo acompañado por un buen vino chileno o un Pizco Sour, ¡qué delicia!
Esto, es solo un pequeño abrebocas de las bellezas que ofrece Chile, desde el desierto de Atacama, en el Norte, hasta su punta más austral. Vale la pena visitarlo muchas veces.