La política y el nuevo país | El Nuevo Siglo
Martes, 15 de Agosto de 2017

Es por todos sabido que el proceso de paz luego del alto al fuego y la dejación de armas, busca la incorporación de los exguerrilleros a la vida civil y al ejercicio de la política por la vía democrática.
Pero en esencia, y con la clase de política existente en Colombia, pareciera entenderse que la idea sea cambiar de un oficio por otro donde se delinque igual o peor; y en el que la violencia es verbal en complicidad con las instancias judiciales e incluso del sector privado;  para lo cual, también hay un símil de  su "secretariado"  que podría ser la cúpula del Gobierno, un colectivo perverso que es el Congreso de la República y en ese orden de ideas, a cualquiera podría ocurrírsele hasta un parecido del Palacio de Nariño con "Casa Verde". 
Muy lamentable un mensaje de esa naturaleza, donde la corrupción, la trampa, la deshonestidad, la agresión, la calumnia  y las injurias, la intolerancia y hasta la  impunidad sean parte del catálogo a seguir.
Eso es el legado de los políticos, quedándose el propósito de construir un nuevo país solamente en un enunciado o en un mensaje publicitario inocuo, cuando lo primero sería rectificar la conducta de los dirigentes políticos como parte de ese propósito nacional.
Mientras todo se ha centrado  en los  trámites burocráticos para hacer cumplir los acuerdos de La Habana,  debería ir de la mano una pedagogía nacional para el cambio de costumbres y el afianzamiento de la moral.
Y como ello no sucede, prácticamente la invitación que se le está haciendo a los exguerrilleros es a cambiar de mundo, como ya lo dije, por otro igual o peor.
Entonces, ¿Cuál es el verdadero sentido de auspiciar y promover su rehabilitación y buen comportamiento si quiénes deberían dar ejemplo no lo hacen?
Si la subversión se resolvió a participar en política, lo hace como alternativa de poder.
Pero entre corruptos resultaría difícil formular el escenario ideal para la construcción de un nuevo país.
En ese caso, el narcotráfico, el secuestro y la extorsión se cambiarían por la habilidad para saquear al Estado.
Por eso es muy grave lo que está pasando con  procesos como el de 
Odebrecht, en el que ha terminado involucrada la cúpula gubernamental y los líderes políticos más reconocidos. 
Pena ajena sentimos quienes hemos obrado siempre con rectitud y reclamamos para nuestros hijos, ejemplos de vida que les sirvan de paradigma.

Estamos frente a una crisis total de autoridad moral para exigir; ante una distorsión de la escala de valores y la ausencia de principios fundamentales para la construcción de un mejor futuro.
Entonces, si el entorno y el diario vivir solo ofrecen más de lo mismo, mientras existamos personas como usted y yo que sabemos diferenciar entre lo malo y lo bueno, aún habrá la oportunidad de rectificar; lo grave es cuando lo malo se vuelva lo común y con ello se haga mayor la indiferencia de la gente buena. 
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