La postura del ELN | El Nuevo Siglo
Viernes, 6 de Enero de 2017

No existe ningún argumento que justifique éticamente la utilización del secuestro como instrumento de lucha política. Este delito oprobioso constituye el mayor atentado contra la libertad y una grave afectación de la dignidad humana. Por ello justificar la horrible práctica del secuestro, como lo ha hecho en declaraciones recientes el ELN, es un despropósito y evidencia las complejas contradicciones internas que afronta este grupo armado ilegal ad portas de iniciar diálogos formales con el Gobierno que, según se ha anunciado, deben comenzar este 10 de enero.

El ELN fue la organización armada que más propugnó por la adhesión del Estado colombiano al Protocolo II, adicional a los Convenios de Ginebra, pero no ha hecho ningún esfuerzo por abandonar esa práctica reprobable que en el DIH se conoce como toma de rehenes.

La verdad es que no se entiende la postura de este grupo armado. Quiere hablar de paz, pero lo que hace es intensificar las hostilidades; por otro lado, asimilar el cobro de los secuestros con los impuestos que recauda el Estado es la lógica del absurdo, es moral y éticamente insostenible. El ELN debe privilegiar el diálogo político a la dinámica de la confrontación, desescalando la misma, y propiciando las condiciones necesarias para llegar a un acuerdo integral de paz.

El Protocolo II prevé como condición de aplicación material de sus disposiciones a los actores armados la exigencia de un mando responsable y ello es lo que pareciera no tener en este momento esa organización armada ilegal porque sus frentes presuntamente toman decisiones que se superponen a las de sus jefes, como ha ocurrido con el caso de Odín Sánchez. Esta estructura armada tiene que reflexionar y asumir una sola posición si quiere explorar posibilidades para llegar a un acuerdo de paz.

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Incompetencia e histrionismo de Maduro

El presidente de Venezuela Nicolás Maduro ha demostrado con creces su incapacidad para gobernar por su falta de conocimiento, de formación y de idoneidad profesional en el manejo de los temas de Estado. La cúpula del Gobierno de la hermana república no se preparó  para administrar el Estado porque al poder llegaron de repente, aprovechando el desgaste de los partidos políticos que habían gobernado a Venezuela, la crisis económica de los años 90 que obligó a sus autoridades a adoptar drásticas medidas de ajuste en políticas sociales y a los conocidos problemas de corrupción que minaron la confianza pública en los partidos y dirigentes que habían conducido los destinos del vecino país desde 1958.

Esa situación de crisis y de inestabilidad le abrió las puertas al populismo. Lo cierto es que los gobiernos de Chávez y Maduro no han hecho la prosperidad de Venezuela que registra los más altos índices de muertes violentas y la inflación más alta de que se tenga noticia. Ahora resulta que Nicolás Maduro quisiera ser elegido alcalde de Cúcuta y gobernador del Norte de Santander. En esta región, desde donde escribo esta columna, su nivel de aprobación podría estar por debajo de cero.