La prepotencia del dios oro | El Nuevo Siglo
Viernes, 11 de Marzo de 2022

Para el sistema burgués la sustancia del valor está en el dinero, en los bienes, en los depósitos bancarios, en las propiedades, en las cosas. Interesa adquirir riqueza, comodidades y lujo, no importa cómo.

“El fin justifica los medios”, enseñó Maquiavelo.

Se piensa equivocadamente que el dinero todo lo puede, Y “dios dinero” ha generado un estilo de vida, una manera de ser y una mentalidad muy característica. El sector burgués, apuntalado en el dinero, se convierte en la clase más conservadora y estática del mundo. Su filosofía de la vida es que nada cambie, que todo siga igual, que se mantenga intocado el orden de cosas sociales que es tan generoso en privilegios para el capitalista.

La descomposición social, que abre una brecha en los muros de contención del país y penetra hasta la raíz de la desorganización familiar, remplazando los grandes ideales humanos con la veneración idolátrica de las cosas suntuosas debido a ese toque mágico que da a las actividades ilícitas y delictuosas. La honestidad, el respeto y la responsabilidad se han cambiado por la audacia, la intrepidez y la procacidad, con el lema de que es más importante tener que ser.

Para la clase emergente, el dinero representa todo. Con el billete, el nuevo rico compra, vende las conciencias, los silencios, compra y vende el poder, las mujeres, la gloria, el placer. Con el dinero contrata el sicario, santifica el crimen.

El nuevo rico hace y deshace ídolos, funcionarios, famas, prestigios.

El dinero no es todo en la vida. Gandhi afirmó: Al mundo lo tiene perdido. “La religión sin sacrificios, la ciencia sin conciencia, la riqueza sin fatiga y sudor, el comercio sin moral”.

La crisis moral ha llevado a la falsa creencia de que la riqueza es todo. “Haga plata y no explique cómo”. Por eso robar, al gobierno es propósito constante de arribistas, oportunistas e inescrupulosos. Por la corrupción se vuelve justificadora la actividad de varios insurgentes.

El menosprecio por los valores morales crea incertidumbre, incredulidad, caos y desencanto. El oportunismo debilita el bienestar ciudadano, dificulta el proceso de dignificación del ciudadano.

Los efectos de la deshonestidad son multifacéticos. Son volatilizadores sobre el régimen y sobre la sociedad. La jerarquía se erosiona. Pues si el de arriba delinque, el de abajo se cree autorizado para seguir su mal ejemplo.

La falta de ética propicia una cultura de ausencia de civismo, en virtud de la cual el hombre común y corriente se considera con derecho a evadir deberes. Se impone la disolvente idea de que lo esencial es triunfar en todos los órdenes, no importa la violación de los principios éticos.