Al trabajar por la erradicación de la pobreza, promoviendo la prosperidad de las poblaciones, es esencial que primero modifiquemos la mentalidad de los seres humanos. Pero, ¿sobre qué bases? Sobre las del Espíritu, en tanto no sea considerado una simple proyección de la mente.
Ante todo, es necesario depositar plena confianza en la capacidad de las personas, verlas con Buena Voluntad, si quisiéramos formar ciudadanos correctos, felices, competentes, productivos, en términos nacionales y planetarios, proporcionándoles oportunidades efectivas. Debemos destacar sus virtudes y corregir, con educación eficaz, aquello que merezca ser corregido. No se pide un repentino milagro -si bien nada es imposible-, sino el fortalecimiento de un ideal que se establezca, etapa por etapa, hasta que se complete su extraordinario servicio.
Eleanor Roosevelt (1884-1962), la notable presidente de la Comisión de los Derechos Humanos en la ONU, para definir bien esa especie de embates, afirmó:
- Para alcanzar la Paz, debemos reconocer la verdad histórica de que ya no podemos vivir separados del resto del mundo. Debemos también reconocer el hecho de que la Paz, así como la libertad, no se obtienen de una única vez y definitivamente; es una batalla diaria por más territorios y el resultado de muchos esfuerzos individuales.
El tan pretendido cambio estructural, además de contar con el poder de la razón, debe contar con lo mejor del sentimiento del ser humano; de lo contrario, seguirá expresando la voluntad soñadora en que casi se transformó tantas veces. Urge, pues, unir mente y corazón. Que los ojos miren las alturas, pero conviene que los pies permanezcan firmes en el suelo.
Madame Curie (1867-1934), Premio Nobel de Física en 1903 y de Química en 1911, quien con esfuerzos y sacrificios incontables llevó la Ciencia a tantas conquistas, de lo alto de su perseverancia concluyó:
-No se puede pretender construir un mundo mejor sin que antes mejoren los individuos. De ahí que cada uno de nosotros deba esforzarse por mejorar, al tiempo que se comparte la responsabilidad por el conjunto de la humanidad.
El renombrado educador norteamericano Booker T. Washington (1856-1915) primer presidente de la legendaria Escuela de Tuskegee, que se dedicó a crear condiciones mejores de progreso para los exesclavos y sus descendientes y para los indígenas, por los que también trabajó, esencialmente a partir de la Educación, escribió:
-No hay defensa o seguridad para ninguno de nosotros a no ser en la más alta inteligencia y en el desarrollo superior de todos.
Es evidente que esto hoy se aplica a toda la raza humana, el Capital de Dios, como seguramente deseaba, en lo profundo de su ideal, el infatigable Dr. Booker, cuya Alma vislumbraba un futuro en el que el racismo, que considero una enfermedad social, no existiera más.
Quien hace el pan…
La economía no puede ser el reino del egoísmo. Está para beneficiar a todos los pueblos, compartiendo decentemente los bienes de la producción planetaria. No obstante, si esto no sucede, es porque es necesario un cambio de ética espiritual, de mentalidad, principalmente con el prisma del mandamiento de Jesús, el Cristo Ecuménico, el Divino Estadista, que nos enseña que debemos amarnos como Él nos ha amado (Evangelio, según San Juan, 13:34). Si no, los depredadores de las multitudes pueden ganar la batalla, que a ellos consumirá de igual forma, a su debido tiempo.
El desprecio a las masas populares es proliferación de desesperados. Ciertamente, alguien concluyó que quien hace el pan también debe tener derecho a él.
Llegará el día en que la economía terrestre se inspirará en el espíritu de Caridad, porque la Luz de Dios avanza por los más recónditos o tristes ambientes del pensamiento y de la acción humana.