Hay que decirlo de entrada sin dudas posibles: es una mezcla peligrosísima. Pero hay que decir algo más de tipo histórico: religión y política se han visto la cara desde hace siglos y se la siguen viendo en la actualidad, a veces muy de cerca, a veces más de lejitos. Dos suelen ser las razones para que la religión esté presente en el ámbito político. La primera, una visión teocrática de la sociedad, es decir, que ésta debe ser regida por las leyes y ministros de Dios. La segunda, el descrédito del ejercicio de la política y de los mismos políticos y que es lo que suele hacer que el estamento religioso vaya al “rescate” de lo político. Esta segunda razón es la que se ve hoy muy activa en Colombia, especialmente en sectores de las nuevas iglesias cristianas y algunos sectores minoritarios de origen católico.
Pero lo importante es tratar de comprender el por qué, desde el mundo religioso de corte cristiano, se siente cíclicamente el deseo de entrar a la arena política. En el fondo las razones no son estrictamente religiosas y ni siquiera de proselitismo evangelizador. Tiene que ver, más bien, con la reacción de la sociedad, en este caso a través de las iglesias, a la debacle ética y al desequilibrio social que afronta la comunidad política. Los voceros del sistema que impera han dado por calificar de fanáticos y fundamentalistas a quienes aparecen en el escenario político esgrimiendo sus convicciones religiosas. Es totalmente equivocado este calificativo. Es más, suelen decir aquellos voceros, estos discursos religiosos amenazan el sistema liberal que domina hoy la humanidad y que ha llevado a unos niveles de bienestar nunca antes vistos sobre el planeta tierra. Añadimos: pero todavía la victoria está muy lejana y quedan muchas personas por redimir.
Aunque yo estoy convencido que el sacerdote, el pastor, el predicador, jamás deben involucrarse en acción política partidista, sí creo que los miembros laicos de nuestras iglesias deben tratar de ser muy activos en política, por ejemplo, en Colombia. Repito: no para hacer proselitismo evangelizador porque ese no es el terreno adecuado, pero sí para tratar de impregnar con los valores espirituales y humanistas propios del cristianismo una actividad que toca a toda la sociedad. Porque, además, ¿dónde está escrito que las dumas políticas están reservadas para abogados, economistas, representantes de gremios, partidos políticos, movimientos esotéricos? Son asambleas para dar representatividad a quienes componen una sociedad concreta. Y no vengan ahora a decir que la nuestra no es una sociedad eminentemente religiosa y de corte cristiano.
Es ceguera absoluta no comprender y aceptar que, si en estos tiempos las congregaciones de creyentes quieren tener fuerza de nuevo en la política, como otrora lo hiciera el catolicismo, la razón no es otra que una reacción ante el desastroso desempeño de la mayoría de la clase política. Si lo estuvieran haciendo como toca, los demás estaríamos felices en nuestros oficios sin meter la nariz en ese ingrato mundo de la cosa pública. Estoy convencido que el arrunche entre religión y política siempre termina en divorcio violento. Pero comprendo que, en cualquier organismo vivo, cuando la cabeza no funciona bien, pues los demás miembros del cuerpo tratan de salvarlo. En Colombia está pasando algo parecido. Ojalá las cosas mejoren para que lo del césar lo atienda el césar y lo de Dios nunca pierda su brillo y santidad.