Esta Reserva ecológica debe su nombre a un geólogo y botánico holandés (1924-2010) que se radicó un tiempo en Colombia y estudió la zona ocupada por ésta, considerada el segundo pulmón de Bogotá después de los cerros orientales.
La Reserva está ubicada al occidente de la autopista norte y del cerro de La Conejera y al oriente del río Bogotá, entre las calles 171 y 223. Comprende el humedal de Torca-Guaymaral y colinda con el parque metropolitano de ese nombre. Tiene 1.395 hectáreas (13.9 kms2) de extensión. Es casi totalmente propiedad privada y, según la CAR, el 99.2% está ocupado por colegios, cementerios y universidades y sólo el 7.8% tiene valor ambiental. Fue declarada por la CAR como Reserva Forestal Regional Productora y es un patrimonio natural donde se han inventariado 49 especies de aves nativas y migratorias de las que 24 son acuáticas -algunas de ellas amenazadas o en peligro de extinción-, anfibios y reptiles, mamíferos pequeños e insectos polinizadores como abejas y mariposas.
La Reserva es, definitivamente, un área que debe ser preservada donde hay que evitar la urbanización y que, como dijo la alcaldesa, amerita ser ampliada a por lo menos 100 hectáreas de zona protegida. Para ello el Distrito ha firmado el primer Acuerdo de Conservación con algunos propietarios y las áreas están siendo seleccionadas con criterios predeterminados.
La alcaldesa ha determinado que la continuación de la Avenida Boyacá atraviese la Reserva con el objeto de desviar por ahí el tráfico pesado que hoy congestiona la autopista que, como lo sabemos todos, no es tal sino una mala avenida. Sustraería 21 hectáreas de la Reserva. Este plan ha sido autorizado por la CAR pero carece de la licencia ambiental, si es que la necesita. La autopista es un ejemplo de lo que pasa con esas vías y de la invasión que producen,
Esto ha suscitado las iras de Petro porque, en su opinión, la ampliación de la Boyacá hacia el norte por esa zona acabaría con la Reserva. Sus alfiles han saltado a defender esta posición. La Minambiente dijo que si el paso por la reserva fuera inevitable habría que construirlo subterráneo o elevado (sic), para “mantener la conexión ecológica entre los cerros y el río Bogotá”. El Mintransporte dijo que las avenidas Novena, Santa Bárbara y las Villas, y la autopista Norte y la carrera séptima, serían vías alternativas.
La conexión entre la Reserva y los cerros orientales o el cerro de Torca no existe. La cortan la central del norte (carrera séptima) y la autopista, ambas fuertemente urbanizadas a ambos lados. Y ampliar las avenidas urbanas es imposible porque son kilómetros de zona urbanizada y el costo sería altísimo. Los burócratas deberían pensar, aunque fuera un poquito.
Para resolver el problema del ingreso del tráfico pesado, la única alternativa viable que no afecta la Reserva, es, en mi opinión, la ampliación de la mal llamada autopista norte, para permitir que doble su capacidad. Pero esa es una vía nacional en la que, a partir del peaje, el Distrito no tiene injerencia. En la parte nacional se están haciendo esfuerzos de ampliación, pero en la del Distrito no se ha hecho nada. Esta alternativa es la más barata y más fácil y conectaría con la Boyacá en la 170.
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Coda: También hay que mirar el Corredor Verde por la séptima porque la alcaldesa puede ser tan caprichosa como Petro. Meter un Transmilenio por ahí es una barbaridad por la sencilla razón de que no cabe. Pero sí un tranvía que no ocupa tanto espacio. Perdámosle el miedo.