Uno de los momentos más difíciles para los padres ha de ser el tener que sepultar a sus hijos, así como para los docentes extrañar en clase a uno de sus mejores discípulos y representante de grupo. La semana anterior, el joven Daniel Felipe Ramírez Rodríguez, estudiante de tercer semestre en el Colegio Odontológico Colombiano de la Institución Universitaria Colegios de Colombia -Unicoc-, en la cual soy rector, falleció víctima de la inseguridad en Bogotá.
En la tarde del domingo 15, Daniel salió a la vuelta de su casa a una miscelánea del barrio Bello Horizonte de la localidad de San Cristóbal para comprar un lápiz nuevo con el propósito de culminar un trabajo de uno de los espacios académicos que cursaba y, estando en la fila, pues en ese negocio se respetan los protocolos por el covid-19, sacó su celular del bolsillo para chatear con alguien, cuando se acercaron dos hombres en moto; el parrillero se abalanzó sobre Daniel, primero le disparó en la cara y luego le arrebató su celular. Daniel Felipe sacó fuerzas para pedir ayuda en la miscelánea, pero nadie lo auxilió, ni siquiera un taxista que estaba esperando pasajeros, para poderlo llevar a un centro asistencial y falleció en la Clínica San Rafael, sin que la Policía hubiese llegado a tiempo para hacer algún tipo de “operación candado”.
La vida por un lápiz. Qué tristeza la de un país inviable, donde treinta o más precandidatos presidenciales se pelean por la torta entera, mientras el país se desbarata con las moronas de una mesa invadida de corrupción, violencia y muerte.
La vida por un lápiz. Éste es un país que está condenado al mito de Sísifo, pues nos la pasamos arrastrando la pesada piedra a la cima de la montaña y, al llegar a ella, la roca se despeña por la otra ladera y debemos volver a comenzar la tarea.
La vida por un lápiz. Si no le procuramos a las personas de esta querida Colombia llevar una vida humanamente digna, no podremos tampoco garantizarles una existencia cabal, donde no pesen las desigualdades y se valore a la persona en toda la extensión de su existencia, desde la concepción, hasta su muerte natural.
La vida por un lápiz. Se venden y se compran personas con la misma naturalidad con la que se adquirían gladiadores para que se matan en el circo romano.
La vida por un lápiz. La vida de todos los humanos es sagrada. Las mujeres y los hombres son realidades trascendentes: si atentamos contra ellos, dañamos en gran medida la entera realidad.
La vida por un lápiz. En Colombia se anulan los sueños de quienes quieren sacar un proyecto de vida profesional adelante, con los esfuerzos y las fatigas de un grupo familiar unido, que cifra en ellos sus esperanzas.
Daniel Felipe, descansa en paz. Para su señora madre Stella Rodríguez Pico, sus abuelos maternos, sus tío, primos y compañeros de tercer semestre, nuevamente mis condolencias.