Queda uno sorprendido con que personas inteligentes, preparadas, estudiadas y legisladoras presenten propuestas tan inoportunas e inconvenientes para el país. Pareciera que no tienen el don de la oportunidad tan necesario en esas lides de la política. Y más sorprendidos quedamos, al escuchar ciertos sectores de la opinión manifestándose sobre la viabilidad del tema. Somos conocedores que en muchos países del mundo las fuerzas del orden ejercen el sufragio como un derecho ciudadano, y eso está bien, pero en nuestro caso habría que debatirlo muy sesudamente por múltiples razones, que el país político conoce de sobra.
Quisiera desde mi esquina llamar la atención sobre el papel que juega la fuerza pública en el devenir nacional, recomendándole a los padres de la Patria hacer una retrospectiva de la tradición que rodea este asunto, tan sensible en nuestro medio, que evocan tiempos pasados para Colombia, nunca olvidados en las filas institucionales, cuando las fuerzas de policía dependían del Ministerio de Gobierno y sus hombres acataban directamente a los alcaldes o autoridades regionales, quienes los manejaban a su antojo y beneficio personal. Esa situación detuvo por mucho tiempo el desarrollo y profesionalismo de la institución, pues a los gamonales regionales no les convenía contar con hombres formados y profesionalizados y, por el contrario, buscaban personas maleables para direccionar su movimiento e intereses. Esta situación terminó cuando el gobierno de turno marginó a las fuerzas del debate, proscribiendo el voto y beligerancia política en sus filas, lo que generó una independencia de los militares y policías, permitiendo que hoy la fuerza pública se haya convertido en el fiel de la balanza y aseguradora de la gobernabilidad, desde todo punto de vista.
El posconflicto será un episodio difícil de sortear, donde el profesionalismo de la fuerza pública debe ser garante, y para lograrlo el Gobierno tiene la obligación de mantenerlas distantes de cualquier contaminación y sabemos, de antemano, que la política es una amenaza para las instituciones, especialmente en un periodo de esa sensibilidad, que no es la paz en sí misma sino el primer y decisivo paso hacia la reconciliación. Por lo tanto cada movimiento, cada debate, cada programa, debe estar blindado de posibles embestidas de los enemigos del país.
Seamos gratos y lógicos, pensar en una salida política vinculando los defensores del Estado, la gobernabilidad, la democracia y la seguridad ciudadana, no es inteligente ni oportuna. No juguemos con el futuro de las fuerzas. Existen varios puntos negativos de cara al asunto, así lo expresaron varios parlamentarios en los medios la semana pasada, y entre ellos está la entrevista con el Señor Ministro de la Defensa, quien da sobradas razones para alertar sobre la preservación del gran activo que son las Fuerzas Armadas de Colombia.