La última guerra mundial lo único que dejó fue una gigantesca acumulación de escombros. Algunos historiadores afirman que hubo cerca de 40 millones de muertos. La guerra es siempre la ruptura de la paz. Su objetivo es exterminar al adversario, aunque la guerra siempre ha acompañado al hombre a lo largo de la historia, no deja de ser una horrorosa catástrofe. Toda guerra atenta contra el orden natural de las cosas.
Los hombres y los pueblos han luchado desde siempre. Estudios sociológicos y antropológicos han luchado desde siempre. Estudios sociológicos raciales, la ambición de poder, fanatismos religiosos, sectarismos políticos y mil temas más. Lo real es que desde que Caín mató a Abel, las confrontaciones y los enfrentamientos no terminan. Hordas, partidos, naciones, imperios han guerreado y seguirán en conflicto hasta el fin de los siglos.
El hombre más que un animal político es un animal guerrero. La guerra ha ejercido una misteriosa fascinación en el ser humano. Muchos desprecian la vida gris y sedentaria. El temperamento guerrero hace pensar que el combate es la mejor manifestación de la “hombría”.
Después de analizar las atroces consecuencias de la guerra, el derecho internacional ha creado códigos, normas y convenios de vital trascendencia para reducir los conflictos a su mínima expresión. Todos los buenos deseos y las palabras esperanzadas fueron abatidas implacablemente por los fusiles homicidas de las tropas nazis. Años después Europa, cuna de la civilización yacía sepultada ante la locura incontrolable de los lideres guerreristas.
Era preciso construir todo de nuevo, tal como lo explicó Churchill y Franklin D. Roosevelt, máximo vocero de Estados Unidos y quien fuera definitivo para imponer la ansiada paz.
El derecho internacional contemporáneo, surgido con fuerza de la última guerra, contuvo por primera vez normas con cierta eficacia para preservar a las generaciones venideras del terrible flagelo de la guerra.
La guerra dice Rodrigo Borja, expresidente del Ecuador y autor de una obra monumental, Enciclopedia de la política, es una insensatez. “…En una conflagración hoy con las armas nucleares haría desaparecer del mapa a unos y otros, poderosos y débiles, pacifistas, y belicosos. Todos moriríamos aniquilados. De la arrogante civilización no quedaría ni huellas”.
EL NUEVO SIGLO publicó un excelente artículo sobre el proceso de Nuremberg. Está lleno de inquietudes de enorme interés. ¿Este proceso histórico fue la justicia del vencedor sobre el vencido? No necesariamente. Todo empezó con la prepotencia nazi. La ferocidad y la crueldad de la clase gobernante en esa época hitleriana, fue espantosa y estremeció al mundo entero. No hubo linchamiento ciego e indiscriminado. En forma selectiva y con pruebas plenas se castigó con la pena de muerte y cárcel indefinida a los más perversos y diabólicos.
Fue un ejemplo para los soberbios y los que se creen intocables.