Primera.- El desempleo. Es la terrible caldera del demonio. Vandaliza a los amargados. Es fuente del terrorismo.
Segunda.- La economía informal. Los jornaleros, los asalariados, los peones, los voceadores y vendedores ambulantes, los albañiles, no están protegidos por la ley laboral, no tienen pensión, ni medicinas, ni estabilidad en el trabajo. Conforman lo que llamamos el “rebusque”. Según el DANE, son el 60% de la ocupación laboral y con gran injusticia son perseguidos por la autoridad como si fueran unos ‘indeseables’. Son muy pobres, pero no ‘delincuentes’. Algunos, víctimas de la represión arbitraria salta del desempleo a la delincuencia y al terrorismo.
Tercera.- La corrupción. Este cáncer fatal prende la mecha del estallido social. Ya ocurrió con el terremoto y la pandemia. Multitudes exasperadas se tomaron el comercio e incendiaron establecimientos públicos. Si ponemos presos a todos los corruptos, ¿quiénes nos van a gobernar?
Cuarta.- La inseguridad. Cuando el pánico domina a la ciudadanía no queda otra tabla de salvación, que gritar, pedir auxilio o no salir a la calle y esconderse debajo de la cama.
Quinta.- La vida cara. Está incontrolable y amarga tragedia, coloca el 80% de los colombianos en una situación de absoluta impotencia.
Sexta.- El hambre. Esta conduce a la exasperación y al peligroso descontrol mental. Los neurólogos y los fisiólogos afirman: “Dime cómo comes y te diré como piensas, como sientes y como reaccionas”. No faltan los que piden la ayuda a familiares y amigos, o reducen a dos las tres comidas diarias o finalmente la abstinencia que es la antesala de la acción instintiva.
Séptima.- El descontento y la rebeldía. El descontento ha llegado a extremos diabólicos. No solo en Colombia. En Chile, Venezuela y otros países, incluyendo a nuestra patria, la muchedumbre ha protagonizado demenciales estallidos sociales, causando daños irreparables. El resquemor y la rebeldía social es una pasión activa quemante, destructora y arde en el interior del pueblo como una llama que solo se calma causando estragos. En derecho laboral esta pasión se llama “ira e intenso dolor”.
El descontento es una animadversión callada que alimenta sed de venganza.
Frente a tanto drama y problemas tan gigantescos, no hay que acobardarnos. Son varios y diversos los frentes. Por desgracia nuestros gobernantes ante obstáculos enormes se ofuscan y siempre se dedican a apagar incendios. Hacen lo más urgente, no lo más importantes. Se dejan dominar por lo coyuntural sin plantear soluciones de largo alcance. “Piensan en las próximas elecciones y no en las próximas generaciones”.
Tenemos ejemplos que nos iluminan, y nos impulsan dinámicamente. Es entre muchos, el caso de los “dragones asiáticos”. Hace cuarenta años eran tan pobres y rezagados como las muy subdesarrolladas naciones de América Latina, y se dijeron. Como nada tenemos, todos tenemos que crearlo. Y con buenos “educadores”, se capacitaron prodigiosamente, y en forma rápida se han colocado a la vanguardia del progreso. Los países europeos después de la última guerra mundial se convirtieron en ruinas y cenizas. Y hoy todos elogiamos el “milagro europeo”. Si otros pudieron, nosotros también podemos. La mejor riqueza no es la que se mendiga, sino la que se crea. Con las universidades y con instituciones como el Sena lograremos la productividad. No hay nada en el mundo que con la educación y la tecnología no se mejore y se convierte en fuente de riqueza. Existe una fuerte unión entre los grandes logros y la capacitación. En lo tecnológico hemos avanzado. La ciencia la estamos asimilando con fortaleza. Y por encima de todo contamos con una voluntad indomable. Más que fracasos hemos tenido experiencias.
Un avance contemporáneo que deslumbra y llama la atención es la cultura virtual. El robot y la inteligencia artificial sorprenden. Tan sofisticada tecnología, al sustituir el trabajo humano, aumenta desastrosamente el desempleo. Pero como todo en la vida tenemos el pro y el contra.