Hablamos de esta época como un tiempo de amor y paz. Nos llegan, cada día, noticias dolorosas sobre una humanidad que vibra en una frecuencia contraria: guerra, división, odios y resentimientos. Eso ocurre en territorios lejanos como los de Alepo o en otros más cercanos, como el barrio del lado o un poblado a escasas horas. También nos llegan noticias de amor, aunque la mayoría de las veces no acaparen los grandes titulares ni las conversaciones de los grupos de Whatsapp. Nos acompañan siempre las luces y las sombras; es nuestro destino, no trágico sino de aprendizajes, que podemos elegir en cada momento que vivimos. ¡Ah, elegir! Eso nos coloca en el centro de la responsabilidad de nuestro primer territorio: nosotros mismos.
¿A qué hacemos eco? ¿Qué permitimos que resuene en nuestras vidas? Eso dependerá de qué tan despiertos estemos. En la somnolencia, ese estado de inercia en el que caemos para no pensar ni sentir por nosotros mismos, los contenidos de nuestra mente están dados por el afuera, que arremete sin barreras y campea a sus anchas impidiéndole a cada quien diseñar su propia agenda. El afuera sí importa, por supuesto, y mucho. El problema es concederle tanto poder, que lo que cada quien tiene por resolver, como tarea vital, se queda pendiente por dirigir la propia energía a aquellas situaciones que no se está al alcance de transformar, dejando de lado lo que sí corresponde. Le ponemos trampas al amor, nos enredamos con las golosinas del afuera, cuando podríamos construir armonía, aquí, ahora.
La principal trampa al amor es el miedo: a perder si me arriesgo, a llorar si me entrego, a tropezar si avanzo. Miedo a amar, a que el amor, esa fuerza omnipresente, se manifieste en la vida. Otra trampa es el sacrificio, por la loca –y enquistada– idea que quien ama debe sufrir y sacrificarse, y además se hace merecedor de premios.
También son trampas los celos, los chismes, las dudas, las noticias negativas que hacemos propias, los dramas que compramos sin que nos pertenezcan, las emociones de otros con las que nos identificamos sin necesidad… Tememos amar, volar así caigamos. Ojalá en este tiempo puedas reflexionar sobre cómo estás amando, sobre cómo permites que el amor fluya a través de ti. Ojalá no solo veas el amor en los abrazos ajenos, sino que te abraces a ti mismo sin reservas. Ojalá veas tus trampas y las neutralices con la fuerza de tu amor y tu consciencia. ¡Felices fiestas, feliz vida!