Esta película de terror está de infarto, como para verla con balde grande de “crispetas”. Hubo una vez hace años -poco antes de que me espantara la bruja de la Presidencia- que alcancé a conocer en el frío Castillo de San Carlos (barrio la “Candelabria”, donde opera la Cancillería) a una de las esposas de Armando Benedetti, una preciosa chica -tipo princesa árabe- quien creo dirigía el programa Colombia es Pasión. Pero el mismo buen gusto para escoger compañera sentimental no lo tuvo en cuenta al momento de contratar baby-sitter (niñera, como dicen ahora, o “sirvienta”, como la llama una senadora de izquierda estrato 7), la señora Marelbys del Carmen, quien se encargaba de “espantar” a sendos niños del par de actores, antes de entrar a escena en la penumbra, arrastrando una caja fuerte con rodachines disfrazada de coche de bebé.
Antes, en películas de terror e intriga le decían a uno los muy “sapos” que salían de verlas, para dañarnos la trama a los que entrábamos: ¡el asesino es el mayordomo! Pero esta es de suspenso puro. Apenas sabemos que Laurentis Carolina adoptó sobre su niñera el rol de policía judicial, la “retuvo” (como dice la guerrilla al referirse al secuestro) en las mazmorras del Palacio Nariño, le mandó aplicar la prueba del polígrafo y, valiéndose del ardid de que era una ficha del Clan del Golfo, parece, la mandó chuzar junto con la empleada “de por días”, les colgaron los alias de “la madrina” y “la cocinera”, dizque para averiguar si tenían algo que ver con la pérdida de un “puñado de dólares”, como titulaba el inolvidable film de vaqueros del siglo pasado.
Esta película apenas comienza; por lo pronto, el pronóstico es reservado, ya han eliminado a dos de los protagonistas, pero uno de ellos se niega a salir de escena, sigue causando estragos y amenaza con “defenestrar” (tirar por la ventana) al Jefe, quien se ve más despelucado que nunca, y al fondo del telón se yergue la figura bien morena de Francia, cual espíritu burlón, mostrando su blanca dentadura, con sorna, como queriendo murmurar: “si cae Petro, pues de malas, ustedes saben quién sube ¿no?”
Para escándalo general, el protagonista, en 26 minutos de intervención mentó todas las madres del mundo y resultó ser más grosero que Cosiaca, la Nena Jiménez, Roberto Prieto (gerente de la campaña Santos, hablando sandeces, borracho, para protegerlo, cuando la fiscalía le echaba el guante) y el viejito Rodolfo, en sano juicio, todos juntos. El exembajador en Caracas, a quien dejaron esperando una cita con el presidente por horas interminables antes de echarlo, se fue armando de valor, seguramente a punta de Chivas Azul 18 años, llamó a su exUTL Laurentis Camila, le cantó la tabla, barrió y trapeó con ella, le dijo hasta de qué se iba a morir y del bulto llevaron el ex Mininterior Prada (conocido de autos), su esposa y el mismísimo Roysputín, para al fin decir, ya delirando, que “… se van a caer las Torres Gemelas, hijueputas”, expresión que Darcy Quinn interpretó como en referencia a los contratistas hermanos Torres, pilares fundamentales de la campaña del cambio.
Post-it. Y el actor central, al final se arrepintió, se excusó diciendo que estaba borracho olvidando, el muy “Pepe Cortisona”, ese bien conocido refrán: “los niños y los borrachos siempre dicen la verdad”.