LIONEL MORENO GUERRERO | El Nuevo Siglo
Viernes, 11 de Noviembre de 2011

Gran Bretaña, hacia el presente
 

 

HOY  día no hay persecución alguna contra los católicos en Gran Bretaña, tal vez la única posición que no les es permitida en la actualidad es la de ocupar el trono: un católico no puede acceder a él, como tampoco el consorte de un católico, tal como lo establece la Ley de Establecimiento (Act of Settlement) de 1701. Como lo sabemos, este estado de cosas tiene su origen en el conflicto entre Enrique VIII y la Iglesia Católica, en particular por la negativa del papa Clemente VII a concederle la anulación de su matrimonio con Catalina de Aragón para poderse casar con Ana Bolena en 1527, conflicto que llevó a que Enrique se declarara cabeza de la iglesia y se formara el anglicanismo como opuesto al catolicismo.
En los años subsiguientes se desató prácticamente una guerra abierta entre los seguidores de la iglesia disidente, la Iglesia Anglicana y los de la Iglesia Católica, pugna que causó incontables muertes de ambos lados y originó odios perdurables. Prevaleció la nueva iglesia, llamada más tarde anglicana, y a raíz de la animosidad que se originó en este conflicto se impusieron muchas restricciones a los católicos, inicialmente considerados traidores. Vale la pena anotar que la animadversión contra los católicos se trasladó a las antiguas colonias británicas, entre ellas los Estados Unidos y que se reflejó en la oposición de muchos a la candidatura de John F. Kennedy en 1960, hasta ahora el único católico que ha accedido a la Presidencia de los Estados Unidos. Hoy día aun muchos en Gran Bretaña se refieren peyorativamente a los católicos como “papistas”.
Pero si es cierto que las costumbres y tradiciones cambian lentamente en Gran Bretaña, país conservador por excelencia como lo refleja Edmund Burke en sus Reflexiones sobre la Revolución Francesa, desde hace 220 años la obra paradigmática del conservatismo, ese carácter confesional del gobierno británico y la misma institución de la monarquía, evolucionan y, paradójicamente, bajo un gobierno conservador. En la reciente reunión de los Estados de la Mancomunidad Británica (British Commonwealth) se aprobó, con el impulso del primer ministro conservador británico y el respaldo de la reina, que una persona pueda acceder al trono aunque esté casada con un católico, ojo, no es que un no anglicano pueda ser monarca británico, lo impide el que siendo el rey cabeza de la iglesia anglicana, mal podría ser de otra religión. Falta la aprobación del Parlamento de Westminster, que se da por descontada. Disuena esto cuando se critica a ciertos países shiitas reunir los poderes políticos y religiosos en una persona, aunque nadie podría acusar a Gran Bretaña de querer imponer una teocracia.
Con la abolición de la primogenitura masculina, esta es una reforma de un gran simbolismo pero sin muchas consecuencias prácticas en el futuro próximo, aunque Camila, la esposa del príncipe Carlos creció como católica. ¿Vendrán otras reformas?