LIONEL MORENO GUERRERO | El Nuevo Siglo
Viernes, 7 de Marzo de 2014

Rusia y el orden internacional

 

Putin,  como casi todos los autócratas, utiliza la intimidación, el matoneo dirán otros, para obtener sus objetivos. La Rusia de hoy día no tiene, ni de lejos, un poderío bélico similar al de los países de la Unión Europea o de los Estados Unidos pero el autócrata confía en que sus antagonistas, especialmente si son Estados democráticos, le harán las concesiones exigidas ante el temor de una confrontación bélica con el correspondiente derramamiento de sangre y costo económico. Las poblaciones de los países democráticos no soportan la visión continua en los medios de los funerales de sus soldados, a menos que la misma supervivencia de sus Estados esté en juego. Soportaron las pérdidas, enormes, de las dos guerras mundiales, no las mucho menores de Vietnam, Somalia, Irak o Afganistán.

Viene a la mente la anexión por Hitler de parte de Austria (el Anschluss) y luego de la región checoslovaca de los Sudetes, y no solo porque el autócrata de entonces alegaba defender los derechos de las minoría de lengua alemana, como hoy Putin los de las minorías étnicas rusas, sino porque la tolerancia de las democracias le hizo creer que podía continuar su cadena de invasiones, lo que desembocó en la II Guerra Mundial cuando su invasión de Polonia no fue tolerada. Ya Putin separó a Osetia del Sur de Georgia en 2008. Como mencioné, Rusia no tiene el poderío militar de Occidente, ni el nazi de 1938 y las ambiciones de Putin no son similares a las de Hitler, aunque sí la muy clara de quedarse con Crimea, donde tiene una base naval e inclusive, otra aspiración secundaria, quedarse con el control de Ucrania. No hay dudas sobre el sueño de Putin por el restablecimiento de una Gran Rusia como la de la época de Catalina la Grande, pero ¿por qué medios lograrlo? Está en el poder desde diciembre de 1999 y, sin lugar a duda, cuenta con el apoyo de la mayoría de la población. Probablemente tienen razón quienes dicen que como Rusia no cuenta con una tradición democrática, para la mayoría, más importante que las libertades es aquello a que están acostumbrados a oír pregonar a sus gobernantes, desde los zares, la prepotencia mundial de su país. Esto hace a Putin más peligroso. La reacción de los Estados Unidos, y en mucho menor grado la de sus aliados, ha sido firme. No habrá respuesta militar pero sí sanciones económicas. Los mercados financieros internacionales ya han castigado la economía rusa y si Washington se mantiene firme y recibe adecuado apoyo de Berlín y Londres, es posible que Putin logre una gran autonomía para Crimea (esperando más tarde anexarla) y quede sin el control de Ucrania, origen, en realidad, del conflicto. Sería una solución “diplomática” pero demostraría que, sin democracia, Rusia es un peligro para el orden internacional.