"¡Levántense, mujeres de hoy! ¡Levántense todas las que tienen corazones, ya sea su bautismo de agua o de lágrimas! Digan con firmeza: No permitiremos que grandes asuntos sean decididos por agencias irrelevantes. Nuestros maridos no regresarán a nosotras apestando a matanzas, en busca de caricias y aplausos. No se llevarán a nuestros hijos para que desaprendan todo lo que hemos podido enseñarles acerca de la caridad, la compasión y la paciencia. Nosotras, mujeres de un país, tendremos demasiada compasión hacia aquellas de otro país para permitir que nuestros hijos se entrenen para herir a los suyos. Desde el seno de la tierra devastada, una voz se alza con la nuestra. Dice '¡Desarma! ¡Desarma!' La espada del asesinato no es la balanza de la justicia. La sangre no limpia el deshonor, ni la violencia es señal de posesión.
Así como los hombres a menudo han dejado arado y yunque por el llamamiento a la guerra, que las mujeres ya dejen todo lo que queda de su hogar para un día grande y serio de consejo. Que se reúnan primeramente, como mujeres, para conmemorar y llorar por los muertos. Que se aconsejen solemnemente de la manera en la que la gran familia humana pueda vivir en paz, cada uno llevando en su tiempo la impresión sagrada, no de César, sino de Dios. En nombre de la maternidad y la humanidad, les pido solemnemente que sea designado un congreso general de mujeres, sin importar nacionalidad, y que se lleve a cabo en algún lugar que resulte conveniente, a la brevedad posible, para promover la alianza de diferentes nacionalidades, el arreglo amistoso de cuestiones internacionales y la gran causa universal de la paz”. Esta es la Proclama del Día de las Madres, escrita por Julia Ward Howe en 1870. Hoy parece más vigente que nunca.
La señora Howe fue una gran activista estadounidense del siglo XIX, autodidacta y poeta, quien trabajó por los derechos de las mujeres y la paz mundial, organizando congresos femeninos en Estados Unidos y Gran Bretaña. Tenía unas claridades fantásticas, que el patriarcado ha desdeñado sistemáticamente, esa cultura que llevamos dentro pues en ella hemos crecido. Celebrar la maternidad va más allá, mucho más, de ser una fiesta de un solo día, en la que festejamos a nuestras madres en restaurantes atestados, comprando ramos de flores carísimos por la ley de oferta y demanda, lo cual -sin duda- genera empleo y activa la economía. Pero el asunto es más profundo: se trata de la visión de mundo que necesitamos para avanzar.
Lo matrístico es contenedor por naturaleza: el útero común que tenemos como humanidad para nutrirnos, apoyarnos, cuidarnos y cooperar para el bien colectivo. La cultura matrística, pre-patriarcal, tenía unos diálogos distintos a los de guerra, lucha, confrontación y competencia, mismos que nos llevan a amenazas nucleares, guerras fratricidas e intestinas, discriminaciones y odios. Honremos la memoria de Julia Ward Howe, aprovechemos este tiempo para repensar nuestro lugar en el mundo, que clama solidaridad, cooperación, entrega y amor.