No debemos perder el foco: lo prioritario de ahora en adelante es lo social. La recuperación económica se irá dando en la medida en que la lucha contra la pandemia se vaya ganando. Cuando la campaña de vacunación conduzca, más rápido, al esperado “efecto rebaño”. Cuando tengamos menos confinamientos, mayor movilidad y dinámica empresarial. Todo esto irá jalonando el despertar de la economía y del empleo a lo largo del 2021.
Año que se creía iba a ser el de la gran recuperación. El del rebote espectacular. No va a ser así, sin embargo. El primer trimestre anduvo mal. Y aunque por supuesto será mejor que el terrible 2020, éste del 2021 será más discreto en términos de crecimiento del PIB de lo que se pensaba. Pero habrá crecimiento positivo de todos modos.
El gran reto de ahora en adelante es, sin duda, lo social. Este primer año de pandemia ha dejado en ruinas nuestro tejido social. Infinidad de cifras apuntan y coinciden en que hemos retrocedido por lo menos diez años en la lucha contra la pobreza, que iba bastante bien hasta que llegó el coronavirus. El desempleo sigue altísimo como lo demuestran las últimas cifras del DANE para febrero. Y a nivel de mujeres y de jóvenes las cosas están mucho peor. La brecha entre estudiantes de colegios públicos y privados se ha ampliado gravemente en contra de los primeros con el estudio virtual.
Dos indicadores que han salido en los últimos días llaman muchísimo la atención. Y muestran la importancia de lo social como la gran prioridad que deben tener las políticas públicas de ahora en adelante. Según la última encuesta “El pulso social” del DANE correspondiente al mes de febrero, 2,4 millones hogares no están pudiendo tener acceso a las tres comidas diarias por falta de ingresos. (Ver resumen de esta encuesta en el periódico Portafolio del 26 de marzo, página 8). Si uno hace el cálculo muy simple de cuatro miembros por hogar llega a la aterradora cifra según la cual cerca de 10 millones de colombianos no están pudiendo adquirir el mínimo de las tres comidas diarias. Hay hambre. Cerca de un cuarto de la población colombiana ha caído en la inseguridad alimentaria, no por falta de oferta alimenticia sino por insuficiencia de ingresos para adquirirla.
Otro dato que hace reflexionar es el que dio Juan Carlos Echeverri: de aplicarse la reforma tributaria tal como la ha anunciado el gobierno succionaría el 56% del ingreso disponible de las familias colombianas después del consumo. Esto se explica por la inusitada meta de recaudos proyectada ($ 30,3 billones) que buscaría la reforma; cuantía insólitamente alta que ubica el 90% del fardo fiscal sobre los hombros de quienes pagan el IVA y sobre los de las personas naturales. A no ser que el Congreso disponga lo contrario.
Claro: el proyecto de reforma tributaria contiene elementos compensatorios que hay que registrar y aplaudir. Dispone una ampliación de la devolución del IVA a los sectores más vulnerables y, sobre todo, propone una notable ampliación en el tiempo y en la cobertura del “ingreso solidario” asemejándolo mucho a la “renta básica” de la que tanto se ha hablado en los últimos tiempos. Si bien el garrote social de la reforma tributaria por el lado de los recaudos es grande y golpea duramente a la clase media, hay que reconocer que la zanahoria social por el lado de los gastos nuevos no es insignificante. Y entraña un reconocimiento de que la gran prioridad de las políticas públicas de ahora en adelante tiene que ser la cuestión social. Que ha quedado tendida en el terrible campo de batalla al que inesperadamente nos lanzó la pandemia.