No hay derecho
Epígrafe
Procuremos más ser padres de nuestro porvenir que hijos de nuestro
pasado”
Miguel de Unamuno
No hay derecho a que unos pocos se adueñen de la moral y anden condenando, discriminando y poniendo en la picota pública a personas, que tienen derecho a su privacidad, a hacer actos humanitarios o a visitar las cárceles.
Esta altísima clase impoluta, intachable, proba, virtuosa, recta y de vida cristalina tanto de día como de noche, se ha tomado para sí y contra otros el derecho de incursionar en su intimidad y en condenar a la gente de por vida, hasta por el mínimo error que hayan podido cometer o ellos, o la justicia al condenarlos sin prueba y sin justificación legal.
La gente se puede reivindicar ante la sociedad, la cual tiene la obligación de buscar las fórmulas para que todos regresen a su seno.
No es honesto que se condene, como lo hacen los norteamericanos, a dos y tres reencarnaciones, sobre todo por tribunales morales que no existen y que precisamente por su inmoralidad, no pueden atribuirse esos derechos, que al parecer los usan para esconder sus propias culpas.
No estoy de acuerdo con la crucifixión a la que ha sido sometida la fiscal general de la Nación, Vivianne Morales, por abrirle su corazón al señor Carlos Alonso Lucio, a quien quieren cercenarle de por vida y tres reencarnaciones más, su legítimo derecho a amar y ser amado. Y esto lo tratan de hacer algunos que en su vida no conocen del amor o han fracasado en él.
Y qué escándalo, se rasgaron los vestidos, porque unos miembros del Directorio Nacional Conservador iban a visitar a los presos de La Picota. Según estos seudomoralistas, ellos no se pueden rehabilitar y tampoco tienen derecho a recibir visitas. Sólo lo pueden hacer quienes tienen parientes y familiares presos en el exterior, porque allá no se dan cuenta de esas visitas humanitarias y no los boletean, como lo hizo el director del Inpec, para obtener falsos positivos periodísticos.
Nos falta sensatez, imparcialidad, humanitarismo y respeto por los derechos de los demás.
No les creo a esos que andan con la camándula en la mano, timoratos y taimados porque en la oscuridad de la noche y debajo de las cobijas cometen los oprobios, con el convencimiento de que nadie los ha visto y nadie sabrá de sus pecados.
lorenarubianofajar do@gmail.com