LORENA RUBIANO FAJARDO | El Nuevo Siglo
Domingo, 13 de Mayo de 2012

Cultura en el Gimnasio

Epígrafe

“La poesía, el arte, la filosofía, en parte al menos, pero también muchos instantes de muchas vidas, son pequeñas victorias en la lucha contra la estupidez”.

Jorge Santiago Perednik

 

La poesía es para el espíritu, lo que el agua es para el cuerpo. A través de la poesía viajo a la eternidad, me regocijo en la penumbra, acaricio la muerte y regreso a la realidad. Un pueblo que no ame la poesía y  a sus creadores, los poetas, es un pueblo que no cultiva su espiritualidad es un pueblo sin sabiduría. El hombre que crea, imagina, escribe y transmite su pensamiento, es un ser que vive varias veces su propia vida.

Es por eso que escribo esta nota en homenaje a los poetas, a aquellos que generación tras generación dejan plasmados en tinta, sus versos, sus odas y sus mensajes a la humanidad, generando reflexiones y enseñando a ver la vida, en una forma distinta.

Como símbolo de esta generación existe un hombre que levita sobre sus poemas, Federico Díaz-Granados, director de la Biblioteca y de la Agenda Cultural del Gimnasio Moderno, en cuya magnífica labor contó con la estupenda complicidad del exrector Juan Carlos Bayona y de Gonzalo Mallarino.

Agustín Nieto Caballero y José María Samper Brush y su hermano Tomás, promotores de la fundación del Gimnasio, deben estar orgullosos, porque lograron posicionar una isla cultural, en la mitad de una ciudad convulsionada, irreverente y violenta.

Desde la entrada al Gimnasio Moderno, hasta las aulas escolares y los recintos culturales se respira tranquilidad espiritual, que regocija el alma y nos retrotrae a las mejores épocas de nuestra historia. Allí en, donde sus fundadores sembraron para siempre los árboles de la sabiduría, se ha generado una agenda cultural variada e incluyente, polifacética, amplia, abierta, para que los colombianos tengamos un espacio de sosiego y de recreación intelectual.

Dos antologías recogen la obra poética, del gran Federico: Las horas olvidadas y Álbum de los adioses, en donde él, refleja con acierto el trasegar por los caminos de la vida. Veamos un ejemplo:

 

Hospedaje de paso

 

“Nunca he conocido a los inquilinos de mi vida.

No he sabido cuándo salen, cuándo entran,

en qué estación desconocida descansan sus miserias.

Las mujeres han salido de este cuerpo a los portazos

Quejándose de mi tristeza,

en algunas temporadas se han quejado de humedad

de mucho frío, de algún extraño moho en la alacena”.

Lorenarubianofajardo@gmail.com