No se puede abusar de la dignidad de una persona, cualquiera que sea y con mayor razón el Santo Padre, so pretexto de expresarle nuestra devoción y aprecio, rebasando incluso los linderos de la paciencia y la consideración.
Grandes enseñanzas nos ha dejado Francisco, entre otras, la tolerancia, pero eso tampoco "da para todo", como dice la gente.
Por su manera de ser no está bien extralimitarse. Puede que muchos no lo vean de esa manera; sin embargo, las mínimas reglas de urbanidad y
cortesía comienzan por no incurrir en excesos de confianza con cualquier persona, si es que acaso para esta oportunidad su jerarquía y lo que representa en el mundo religioso y político poco les merece.
No es lo mismo visitar a un amigo y entrar a su casa por la puerta principal, que ingresar saltando la tapia de atrás.
La diferencia es grande entre los buenos modales y el atropello.
De igual forma, a un General de la República no habrá de gustarle que en ejercicio de sus funciones le cambien su gorro por un sombrero de paja, faltándole al respeto a su autoridad, al uniforme y al honor de los símbolos patrios que porta, pues tanto él como su investidura merecen respeto y buenas maneras.
Una cosa es la expresión artística y folclórica, autóctona de la cultura paisa y la importancia que en ella tienen el carriel y el poncho, como igual podría decirse de la sopa de mute en la cultura chibcha, y el bollo "e'yuca" entre los costeños; pero otro muy distinto es el protocolo o "conjunto de reglas de formalidad que rigen los actos y ceremonias diplomáticas y oficiales" universalmente.
El Papa es gentil y bondadoso, amable, sencillo, afectuoso, y familiar, pero eso no nos autoriza a sobrepasarnos, hasta llegar a ponerle un collar de arepas que igualmente se acostumbra y que por fortuna en esta ocasión no ocurrió.
El homenaje de los indígenas en Villavicencio tiene otra connotación, pero el sombrero costeño que igualmente le pusieron en esa ciudad, no.
Menos mal se abstuvieron de hacer algo parecido con la "marimonda" en Cartagena, como dijo Claudia López.
Pero estas cosas suceden en Colombia por exceso de cariño y euforia, mientras en otros lugares del mundo lo hacen de mala fe.
Es así como recientemente se publicó en las redes sociales un video español en donde la revista "Barcelona" tituló su carátula con palabras vulgares y presentó la foto del Sumo Pontífice con aretes en sus orejas y labios pintados, justificando que lo hace por "humor", cuando el humor también tiene límites, llegándose con esto al extremo del insulto y la irreverencia.
En ese orden de ideas y continuando con el relato de la visita del Papa a Colombia, digamos que nuestros pecados fueron veniales.
Creemos por ejemplo, que se abusó de su tiempo, pues poco importó el cansancio y su condición de anciano.
Muy bien por las expresiones de afecto de multitudes enteras, por la concurrencia a los actos religiosos, por salir a la calle a ovacionarlo y recibir su bendición, pero que horror el acoso de la gente y lo extenso del programa.
Resulta que el entusiasmo era a todos los niveles, tanto que el transeúnte que se lanzó al "Papamóvil" seguramente le asistía el mismo interés de charlar con el Papa que a la Primera Dama, quien al tenerlo a su lado le habló incesantemente.
Y qué no decir de la extenuante jornada de la noche en el preámbulo de su regreso a Roma.
Era tanto su agotamiento y su ojo "moretiado", que no veíamos la hora de que se subiera al avión a reposar, donde como si fuese poco lo sucedido, dicen, lo esperaba una rueda de prensa.
Mil gracias Santo Padre por su visita, por sus enseñanzas, por su humildad, y por su aguante, pero así somos los colombianos.
"Perdónanos porque no sabemos lo que hacemos..."