Atendidos ciertos asuntos familiares y personales fuera del país, retorno al terruño teniendo como prioridad el compromiso con este diario, tan afecto a mis sentimientos y al cual llevo vinculado muchos años; por lo tanto, aspiro a retomar a partir de este momento el espacio que me fuera gratamente asignado.
Al observar la situación de inseguridad que agobia al país, no puedo resistirme a debatir en mis futuras columnas los diferentes temas que alerten y prendan las alarmas para tomar medidas de seguridad por parte de las comunidades, buscando apoyar la fuerza pública y mediante prudentes comportamientos, hacerles menos difícil el compromiso de brindar seguridad y tranquilidad a la ciudadanía en general.
Para sorpresa, encuentro que existe una gran tendencia en las ciudades capitales a implementar el uso de edificios inteligentes, sustentados en la tecnología y sus grandes avances, a más de otras apreciaciones como la economía, al reducir los gastos que demanda la vigilancia física.
Como toda innovación esta estrategia tiene sus atractivos y gajes a simple vista, siempre que no se detengan a evaluar los riesgos y la facilidad que genera para los antisociales, estos espacios solitarios y alejados del compromiso social en seguridad.
Se sostiene por parte de los expertos que la tecnología se potencia con la presencia humana y nunca los medios técnicos podrán desplazar las personas. El tema es extenso y debatible, por lo tanto seguramente, el espacio no me permite ser tan explícito como quisiera, pero me tomo el riesgo para llamar la atención a las organizaciones, empresas, residentes, como también las administraciones de edificios seguidoras de esta innovadora estrategia, para invitarlos a recapacitar sobre los riesgos latentes en todo momento.
La seguridad ciudadana se ha convertido en una necesidad sentida, las autoridades y la policía -en especial- hacen ingentes llamados invocando el compromiso ciudadano con su propia seguridad, las comunidades están organizándose en frentes de seguridad y recurriendo al plan cuadrante en busca de seguridad y pronta respuestas a sus clamores, posición que demuestra el nivel de alerta requerido en los núcleos habitacionales, por lo tanto, que no es sensato dar la espada a esta cruzada por la defensa de la vida y bienes de nuestros vecinos.
Los edificios inteligentes utilizan un conserje diurno encargado de recibir correspondencia, no labora los festivos ni fines de semana, quedando las instalaciones a la deriva, cada residente debe contar con los medios que le permiten el ingreso. Si éstos fallan queda vulnerada su seguridad. Las cámaras de vigilancia están a responsabilidad dé cada residente, pero si su compromiso no es permanente ahí tenemos momentos ciegos, no hablemos de domicilios que deben ser tendidos personalmente generando riesgo, mucho menos de desplazamientos nocturnos, en servicios público.
En fin, los invito a evaluar el riesgo.