Los escupitajos a la luna | El Nuevo Siglo
Domingo, 13 de Enero de 2019

Al leer el libro de Camilo Herrera “Formalmente informales”, esperaba encontrar recetas de moda sobre superación, simplificación y propaganda socio-económica. Luego de hacer una generalización al estilo del vendedor de específicos, quienes con insistencia utilizan diversos términos para vender un producto, pero que a la postre carecen de sustentación científica. Por la trayectoria y versatilidad del autor, me sorprende.

Sigo leyendo y encuentro que es un recurso para sustentar la tesis del atolondramiento colectivo y la frustración de los colombianos, como del atraso. La cual es anticientífica y no tiene sustento ni en la psicología, la sociología, ni antropología, ni la lógica en cuanto se queda en la descripción. Claro, como son las primeras páginas, es posible que más adelante encuentre la explicación, dados los trucos de argumentación de algunos escritores que buscan sorprender al lector. Después dice que los colombianos estamos acostumbrados a quejarnos de todo, lo que contrasta con la satisfacción que alegan los más en las encuestas.

Sigue con los lugares comunes de la reacción colectiva frente a nuestros equipos deportivos cuando ganan o pierden, para avanzar a una deducción política que incluso cuando la economía va bien en gobiernos tan populares como el de Álvaro Uribe, uno de cada dos colombianos cree que la cosa va mal. No hace mayor análisis de esas afirmaciones y en el siguiente párrafo agrega: “hoy Colombia es un país exitoso para el mundo porque, pese a estar en una guerra interna tiene la capacidad de crecer continuamente, generar riqueza, reducir pobreza y aumentar continuamente su clase media, que es el principal motor de todas las economías”. Se cuida de no comparar el crecimiento nativo con el de otros países que en el pasado estuvieron más atrasados que nosotros, y hoy están mucho más avanzados como los tigres asiáticos. No profundiza en los datos de crecimiento, que, al ritmo del colombiano, aún en los mejores momentos, debido al alza del petróleo son modestos.

Paso al siguiente capítulo que se titula ¿Cuál es el origen de nuestra (in) formalidad?

Aquí, hace explotar una carga de fuegos artificiales.  Sencillamente, por cuanto estima que nuestros males se deben a “la herencia española, si eso se puede llamar herencia”. Frase que hilvana para degradar aún más el asunto que parece darle náuseas.

Herrera supone que nuestra identidad tiene que ver con el descubrimiento de Colón y su tercer viaje al Nuevo Mundo, lo que “daría comienzo a nuestra construcción de identidad”. Se refiere a un complejo de inferioridad, no solo genético sino cultural. Se lanza a despotricar contra lo español, que es un deporte al que llevan siglos dedicados los mismos ibéricos.  Decir que el español o sus descendientes son genéticamente informales, es lanzar a mansalva un insulto, es como escupir a la luna, puesto que significa que lo hispano carece por atavismo de personalidad, falta la esencia del carácter que hace al hombre superior.  Sugestión del autor, que no compartimos. Comenta de la mezcla racial, sin entender que puede hablar de la misma por cuanto España, que era mestiza la propicia en América y no elimina al aborigen, así como desconoce la prohibición de esclavizar a los indígenas o el código de Indias.

La historia de España tiene varios siglos y temporadas de grandeza en lo intelectual, espiritual y político, desde los reyes católicos pasando por el Emperador Carlos V y Felipe II, así como Cervantes y Quevedo, para mostrar la cumbre inmortal en la literatura o San Ignacio en lo espiritual. Lo mismo que, pese a otros cuantos siglos de decadencia hasta nuestros días, de pronto se da ejemplos de creatividad sublimes, como el de Gabriel García Márquez.  La hispanidad al haber dado al Libertador Simón Bolívar, de la misma estirpe de Alejandro, Cesar o Napoleón, hace vislumbrar en nuestro continente al hombre superior del futuro.