Entre tanta incoherencia y maldad, es necesario mantenernos fieles al propósito superior; también rescatar o sembrar algo positivo, según interpreto el poema “Si…” de Kipling, y el humilde ejemplo de Francisco: el Papa, quien se atribuyó dicho pseudónimo, y el presidente de la Comisión de la Verdad, otro jesuita que conserva su nombre de pila.
Afrontan la procesión de mantenerse íntegros, ante la gravedad de tantos caprichos por los que alejamos la órbita del Paraíso; conscientes de que no pueden hacer milagros, para que dejemos de sabotearnos, “acompañan” incontables procesos de reflexión, y, sin juzgar, han atestiguado infinitas reincidencias.
El ‘rebelde’ Bergoglio intervino pacíficamente durante la dictadura argentina, y parece ser el mismo en una época presuntamente diferente, orando para que el Patriarca Kirill no sea “monaguillo” de Putin, y sus apocalipsis. Prohibido durante la era soviética, ese Ortodoxo Concordato Moderno demuestra que seguimos condenados a repetir la historia, pues la inquisición de la izquierda es tan siniestra como la realizada a la diestra.
Preservando el diálogo, y soslayando el eterno destierro, Francisco argumenta que “cuanto más indiscriminadas se vuelven las sanciones, más pierden el sentido común y más difícil se vuelve alcanzar la paz”. Sucede a los colombianos, quienes nos satanizamos: nacemos o crecemos con mecha corta, y hacemos hábito de las conductas anti cívicas o las reacciones explosivas, reforzando la naturaleza inhumana de nuestra patria.
Igual, nos vanagloriamos jurando que los “buenos somos más”. Verbigracia, el personaje de “Bolívar Soy Yo” reencarnó en aquel Senador que hace apología de la violencia, apoyando a la Primera Línea o velando simbólicamente a su contraparte. Entretanto, su contrapunto, el Representante de las Fuerzas Armadas en la Comisión de la Verdad renunció quejándose de “estigmas” y “censuras”.
Tal como me sucede a Mí, y seguramente le ocurre a Usted, Él demostró incapacidad de reconocer sus errores; prefiere victimizarse porque se sabe culpable, y tiene miedo a sentirse rechazado o avergonzar a su familia. Acaso demuestra desconfianza en su capacidad de perdonarse, de disculpar al otro, y de que los demás hagamos lo propio, para dejar de cargar tantas cruces.
Ese ‘ex’ tampoco se pudo quitar el uniforme; prefiere morir con las botas puestas, antes que desaprender dogmas y sanar el pasado. Eligió jugar a la egoísta ruleta rusa, en una época de alta tensión electoral, denostando la legitimidad del reconstructivo, empático y asertivo trabajo liderado por Francisco de Roux.
Funcionó como una rueda suelta y, aunque la Teoría de Restricciones plantea que la velocidad de un sistema está subordinada a la de su parte más lenta, Yo estoy cansado de seguir viviendo al ritmo de las evasiones, las excusas y las oxidadas inercias del subdesarrollado y sangriento presente.
Pacatos, en nuestro país sobran leyes y mandamientos que nunca honramos. Aprovechemos en vida el talante del Papa Francisco, y el resiliente altruismo de Francisco de Roux. Parecidos y diferentes, uno se diplomó como químico, y terminó enseñando literatura y psicología; otro tiene formación en economía, y emprendió incansables viajes de trabajo social, en campo.