Desde ese 7 de enero de 2020, cuando escapó el SARS-COV-2 del laboratorio chino de Wuhan, nuestro planeta perdió la libertad de respirar, de vestir, de comportarse y de actuar.
En tiempo record apareció la virtualidad. Para unos fue una racionalidad que los liberaba del covid19 y a otros les abrió las puertas de un mundo que devenga, sin trabajar.
Las horas laborables han ido recuperándose, más no la desfachatez de la vestimenta. A todo se asiste desharrapado, descamisado y sin respeto por la audiencia que también se ha uniformado. Los corbateros han ido a la ruina, al igual que modistos y diseñadores.
Así trajina el mundo de hoy. Bogotá, la elegante capital que imponía la moda y el decoro en el vestir, hoy bate las marcas mundiales del andrajo y el desaliño. Las tarjetas de invitación quedaron abolidas, y los requisitos de “Damas traje de coctel y caballeros traje oscuro”, desaparecieron.
En Colombia, como en todos los países las poblaciones acudieron a la virtualidad. Casi nadie asiste a las oficinas. Los trámites son propiedad exclusiva de la electrónica, que curiosamente ha servido para sacarle el bulto a los reclamos ciudadanos. Los cheques, letras y demás documentos que daban seriedad a los negocios, desaparecieron o están merced a demandas y reclamos.
Hoy todo es virtual: perdimos los Juegos Panamericanos, porque nadie supo “dónde estaba la bolita” … ni los dólares. La corrupción abunda, se multiplica, porque ya no hay nada firmado. Contratos, como los de la bodega alquilada en Davos, aparecen, se multiplican y enriquecen. Ese foro no promueve turismo, es solo para magnates que miran para otros lados. El mayor turismo internacional ha llegó a Colombia cuando se firmó la Paz de Santos. De las gestiones de ProColombia, poca gente se entera, nadie logra seguirles la pista.
Mientras Colombia sepultaba las víctimas de la avalancha en Carmen de Atrato, la virtualidad de nuestro gobierno, no sabía hacia dónde dirigir el avión presidencial, tras una la tardanza en la posesión del mandatario de Guatemala. Finalmente, en las playas de Puntacana, se dio la orden de tomar rumbo a Davos y de gestionar una conferencia con el Papa, en Roma.
La virtualidad desorienta e impide saber lo que acontece en la esquina noroccidente de Suramérica. Y el presidente Petro, entre tanto, ejerce un liderazgo mundial para impedir que el planeta no consuma más petróleo y defienda el Amazonas. Quiere que vivamos del turismo, en un país de avalanchas sobre unas carreteras, repletas de carísimos peajes y que implanta pico y placa que impide al turista visitar los pueblos del camino. Los mayores costos de turismo alguno, la trata de blancas, la prostitución y demás estafas que son moneda corriente, impedirán que haya gente que quiera conocer semejante belleza. Esto lo desconoce el gobierno virtual que ha generado una explosión de protestas y apoyos de grupos amigos y enemigos de Petro, de esos que marchan por calles, campos, escenarios y ciudades gritando: “fuera Petro” o “viva Petro”.
La virtualidad solo genera quimera. Requerimos el liderazgo de un Petro, posado sobre la tierra, que nos saque del ostracismo y el delirio.
BLANCO: Los expertos reclaman baja de intereses.
NEGRO: La amenaza de derrumbes sobre la panamericana.