Alto Remanso, Putumayo le aguó el último viaje al presidente Duque. La tragicomedia los “hombres de negro” que, se estrenó en Puerto Leguízamo, se convirtió en una réplica del asalto de Rusia contra la indefensa Ucrania.
Entre tanto el Fac-1, con nuestro presidente, su hermano, “Luigipetrol” y decenas de “lagartos”, enrutó hacia Nueva York, para exhibir ante la ONU las proezas logradas durante 4 años con los acuerdos de La Habana.
Todo estaba listo para que el Consejo de Seguridad, escuchara hablar sobre la paz de Colombia, pero gran desilusión se llevaron los asistentes, cuando Duque empezó a leer unas cuartillas sobre una tal “paz con legalidad”, que nada tenía que ver con lo programado oficialmente.
Ruiz Massieu, jefe de la misión de verificación de la ONU en Colombia, había hablado sobre los crímenes contra los líderes y advertido que “los actores armados ilegales siguen beneficiándose de la limitada presencia del Estado”, en zonas ocupadas por los firmantes de los acuerdos.
La “papaya” de Duque, permitió a los rusos escurrir el bulto a sus atropellos contra Ucrania, para fustigar a Colombia por la forma como fue atacado un bazar comunitario en el Putumayo.
La cosa salió mal, porque asistentes, observadores e interesados en los procesos de paz de Colombia, cortaron leña.
Y qué tal el desplante a la periodista Jineth Bedoya, que a pocos metros era destacada por la ONU, como Embajadora Mundial para la lucha contra la violencia sexual. Nadie la acompañó, pese a la cantidad de funcionarios que disfrutaban del viaje presidencial.
Había excitación general por los hechos en Putumayo, que trato de sosegarse con un melodrama que ocultara la realidad. Declaraciones iban y venían de funcionarios, militares y dóciles amigos del gobierno. La verdad salió a flote: durante el ataque militar a un bazar comunal, fueron muerta 11 personas, que según el ejército eran disidentes de las Farc. El mindefensa Molano, los acusó ser narcococaleros y criminales.
Varios medios de comunicación El Espectador, Caracol Televisión, Vorágine y la Revista Cambio, desplegaron a sus reporteros, que descubrieron la verdad tras un valioso trabajo periodístico, febrilmente calificado por un candidato, como una defensa para las banderas del narcotráfico.
Se descubrió que el asalto fue perpetrado por unos “hombres de negro”, disfrazados de guerrilleros, que tras la matanza se vistieron con uniformes del ejército. Allí cayeron, entre otros, el presidente de la Junta Comunal, el gobernador del resguardo indígena y un niño, de los que Molano llama “máquinas de guerra”.
Se estableció que parte de los dineros recaudados durante el bazar, para abrir unos caminos que el Estado nunca quiso construir, fueron “tomados” por los soldados.
La Fiscalía llegó tarde -en helicópteros y transporte militar- cuando ya estaba contaminada la escena, pues los militares ya habían cambiado la ropa y colocado armas a las víctimas, como ocurría durante los “falsos positivos”.
BLANCO: La remontada que presenta la campaña de Fajardo.
NEGRO: La persecución de que es objeto la colega Cecilia Orozco. Otro ataque al periodismo independiente y objetivo.