Los recién nombrados ministros de Gustavo Petro, que han estado muy locuaces por estos días, han demostrado una gran habilidad para matizar en sus declaraciones las propuestas del presidente electo durante la campaña.
Y es entendible: tienen que responder ante los medios preguntas para las que todavía no tienen respuestas. Prácticamente ninguna de las propuestas de la campaña ha aterrizado aún en proyectos de ley concretos y cuantificables.
Razón por la cual no les queda a los ministros designados otra alternativa que capotear los medios con respuestas prudentes, y lo suficientemente vagas como para que cualquier cosa que se digan hoy quepa mañana en las iniciativas concretas que habrán de aparecer cuando se redacten los correspondientes proyectos de ley.
No es insólito lo que está pasando: casi siempre los gobiernos recién elegidos llegan al 7 de agosto con un morral de planteamientos generales con los que cautivaron a los electores durante la campaña pero que no sirven para gobernar. La razón principal es que en Colombia se acepta que los ofrecimientos de campaña se puedan formular desde las tarimas de la plaza pública sin tener en cuenta costos ni restricciones fiscales.
El almendrón de todo lo que está pasando lo resumió bien el ministro de Hacienda designado quien dijo aplomadamente lo siguiente: “vamos a hacer más gasto social, pero cumpliendo la regla fiscal”.
¿Las coordenadas de la regla fiscal- tal como están a la fecha- qué indican? Que la nueva administración no se puede endeudar un céntimo más; y que los ingresos- a pesar de que han mejorado sensiblemente los recaudos- no son suficientes para atender los cuantiosos gastos sociales anunciados por el nuevo gobierno.
Con lo cual, si se cumple el dicho del nuevo ministro de Hacienda, solo queda el camino de una nueva reforma tributaria para atender la presión inmensa del gasto que se viene.
El nuevo ministro de Educación dice que solicitará más recursos para cumplir la promesa de la universidad gratuita. ¿Cuánto vale? No se sabe. La nueva ministra de Agricultura advierte que procederán a comprar los inmuebles rurales improductivos. ¿Cuánto vale esto? No se sabe. La ministra designada de Salud dice que se suprimirán las EPS y que todo el esquema de salud se organizará bajo un modelo de oferta estatal. ¿Cuánto valdrá esta cirugía? No se sabe.
Se dice que se suspende toda nueva exploración de crudo hasta que se examinen 180 contratos que están firmados. ¿Cuánto puede llegar a costar esta política en términos de menores ingresos fiscales y desfallecimiento de la autosuficiencia energética del país? No se sabe.
Se aseguró durante la campaña por el candidato ganador que los pequeños mineros del carbón no debían preocuparse, pues el estado le compraría toda su producción a un precio de sustentación adecuado. ¿Cuándo valdría llevar a la práctica esta promesa en el evento de cumplirla? Nadie lo sabe. Se dijo que se reimplantaría el Idema. ¿Cuánto costaría esta iniciativa? Nadie lo sabe.
Se dijo que el gobierno engancharía a todos aquellos que acreditaran estar desempleados. ¿Cuánto costaría esta promesa de seguro de desempleo subsidiario y universal? Ni idea.
Se dijo que se promocionarían diálogos regionales “vinculantes”. ¿Qué quiere decir lo de vinculantes? Nadie lo sabe. ¿Qué repercusiones podrían llegar a tener estos diálogos “vinculantes” sobre el presupuesto pues es obvio que la gente acudirá a ellos a pedir más gasto público? Nadie lo sabe. Y así por el estilo…. La lista se haría interminable.
¿De cuánto será la nueva reforma tributaria que se necesita en términos de recaudo? Tampoco se sabe aún. Inicialmente se había dicho que sería de 50 billones, pero después un autorizado vocero del nuevo gobierno, el doctor Ricardo Bonilla, dijo que eran apenas “cifras hipotéticas de campaña”. Inclusive alguien de la campaña dijo que sería por $ 70 billones. El doctor Ocampo ha dicho que todavía no se sabe pero que se procurará acercar la cifra a la meta de los 50 billones. Nunca una reforma tributaria en el pasado se ha acercado ni de lejos a esta cifra. Siguiendo con la buena tónica de matizar los planteamientos de campaña, el ministro de hacienda ha aclarado que la meta de los 50 billones no es para recaudarlos en el primer año sino a lo largo del cuatrienio.
Por el momento no queda otro camino que seguir afilando el lápiz y las cuentas; procurar que los apremiantes proyectos de ley estén listos tan rápido como se pueda; y que se cumpla aquello de que “se hará más gasto social, pero cumpliendo la regla fiscal”.
Y mientras aparecen cuantificaciones confiables de las promesas de campaña habrá que seguir matizándolas. Como lo vienen haciendo los nuevos ministros.