Para ellos la mujer es de segunda clase, la humillan, se oponen a que reciba educación, la obligan a usar permanentemente burka, a estar tapada por completo, a ocultar su rostro; la igualdad de género no existe, desplazarse con tranquilidad imposible, la interpretación del Corán llega a extremos inimaginables dentro de ese marco de Estado Islámico.
En los últimos veinte años las mujeres afganas han luchado por la conquista de sus derechos asumiendo papel protagónico. En el 2009 lograron la aprobación de una ley histórica para impedir la discriminación, ahora que los talibanes vuelven al poder se teme lo peor, el recrudecimiento de la violencia doméstica y sexual, el retorno a la postración de las niñas, aparece aterradora incertidumbre.
En la literatura hay libros como Cometas en el Cielo, Y las Montañas Hablaron, La Leyenda del Burka, de Khaled Hossieni, médico afgano que trata el tema con propiedad, al igual que lo analiza la diplomática y socióloga Maliha Zulfacar, quien ha producido dos excelentes documentales sobre la vida en su patria durante el ominoso periodo del régimen talibán a finales del siglo XX y en el comienzo del XX1, acerca de su proximidad con la Unión Soviética, respecto de la relación con Al Qaeda y el ataque del 11 de septiembre del 2001 -hace veinte años- de las Torres Gemelas en Nueva York, de las afectaciones consecuencia de la insólita incursión aérea de terroristas suicidas en Washington y otros lugares de los Estados Unidos.
Recordamos, sin embargo, que los talibanes organizados desde 1994, equivocadamente fueron apoyados por los norteamericanos interesados en debilitar a Rusia, entonces hicieron y deshicieron en Afganistán, escondieron a Osama Bin Laden. Talib significa más que estudiante religioso, el deseo de golpear a Occidente supera con creces la manifestación de que Alá es el único Dios y que cuidan con esmero el manto del profeta Mahoma venerado en la mezquita Kirka Sharif. Los talibanes, expertos en negocios de heroína, en sacar provecho multimillonario del petróleo y de riquezas minerales usurpadas, nada tienen que ver con la democracia.
A la comunidad internacional le asiste la obligación de adoptar posición coherente frente a ellos, el zarpazo es ilegítimo, desatinado permitir el avance de la Yihad, el incremento del terrorismo en el mundo. Que unas naciones, entre ellas Colombia, por solicitud de los Estados Unidos, otorguen asilo a migrantes forzados afganos, sin que sepamos quienes son, no es solución para la crisis presente, así sea gesto humanitario aún no cuantificado.
Importante que el gobierno talibán sienta la solidaridad internacional con la mujer afgana, débil la actitud de China, Rusia y Pakistán en referencia al proceso desestabilizador en curso, triste la brutal embestida de la Yihad en Afganistán, país montañoso, carente de mar, afectado por catástrofes naturales, con pobreza extrema, bajo el yugo otra vez de personas erráticas como las del grupo Jorasán, emulo de los talibanes, responsable de la reciente infame matanza en el aeropuerto de Kabul, obsesionadas con la muerte y el dolor humano.