Para el ruedo mediático queda la frase del retorno a la "guerra fría". Un buen titular. Pero importa lo que oculta. Ni más ni menos que el reconocimiento de la ley del más fuerte en la resolución de los conflictos internacionales.
Es el apagón de un principio básico del derecho internacional alumbrado después de la Segunda Guerra Mundial. Se recoge en el punto 4 del artículo 2 de la Carta de las Naciones Unidas aprobada en 1948. Prohíbe el uso de la fuerza militar, y aún la mera amenaza, contra la soberanía o la integridad territorial de los Estados miembros, salvo casos de legítima defensa, restablecimiento de la paz y la seguridad internacionales, y siempre con la autorización del consejo de seguridad de la ONU.
Todo eso es lo que inspira el derecho internacional que, mientras la ONU toca la lira, salta por los aires con el retorno a la razón de la fuerza en la viejísima dinámica acción-reacción. Más y mejores sistemas de respuesta rápida. Reforzamiento de hasta 300.000 soldados de alta disponibilidad.
Si mi adversario enseña los dientes, yo también los enseño. En eso consiste lo que se ha fraguado en la cumbre de Madrid: el señalamiento de Rusia como el supuesto de máxima amenaza sobre los países sindicados en la defensa del bloque formado por los 30 miembros de la OTAN.
Y no es una buena noticia. No lo es para el mundo y tampoco lo es para España, cuya integración en la estructura militar de la Alianza Atlántica se hace bien visible con las instalaciones militares de Torrejón (aire) y su centro de control aéreo del sur de Europa. O las de Bétera (tierra). O las de Rota (mar), con cuatro destructores americanos (se sumarán dos más tras el paso del presidente estadounidense Joe Biden por Madrid) en virtud de nuestro tratado bilateral con Estados Unidos.
Todo eso queda orillado en la operación de imagen que el Gobierno de Sánchez vende a su opinión pública. La suya. Y tal vez también las opiniones públicas de los países representados en la cumbre ¿También la de Ucrania, que no es un país miembro de la OTAN, pero su presencia en la cumbre ha sido hasta un "leit motiv" de la propia cumbre?
Pues tengo mis dudas porque, en ese sentido, me asalta el perturbador contraste de los muertos diarios de Ucrania, mientras las primeras damas iban de compras a la milla de oro de Madrid, algún mandatario se dejaba llevar por el síndrome de Stendhal ante un cuadro del Museo del Prado y sus acompañantes (esposas, hijos, nietos) disfrutaban de una agenda paralela de actividades turísticas o recreativas.
No se trata de objetar el éxito de la mencionada operación de imagen. La resultante es la imagen de España muy reforzada por la buena capacidad organizativa que acaba de demostrar. Al menos en las formas, en lo tangible. Lo intangible ya es otra cosa. Pero eso da para otro comentario.