Luis Carlos Peña Mosquera | El Nuevo Siglo
Lunes, 6 de Abril de 2015

¿Libertad o tiranía?

 

Antonio  Nariño, gran precursor de la libertad, sin duda alguna nos dejó un inmenso legado de ideas libertarias. Por ello es necesario unirnos a la conmemoración que el Ministerio de Cultura hace en este año para  destacar sus aportes a la humanidad rompiendo los grillos de la tiranía.   

Antonio Nariño logró encender la antorcha de la libertad en una época virreinal, donde jamás hubo respeto por las leyes y la justicia, pues aquí se imponían  o denegaban las leyes según la voluntad apasionada del inquisidor de turno. 

Fue un gran visionario, heroico entre todos los grandes libertadores de la Independencia americana, el hombre más perseguido, humillado y proscrito de la historia.

En 1793, a sus 28 años de edad, Antonio Nariño protagonizó un hecho que cambió su vida para siempre y también la de la sociedad neogranadina que empezaba a darle curso a las ideas de independizarse de la corona española.

En su imprenta editó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, extraídos de la Revolución Francesa, un documento prohibido por su carácter progresista y revolucionario. En esta Declaración enumera los derechos naturales e imprescriptibles del hombre, que son anteriores a los poderes establecidos y considerados aplicables en cualquier lugar y cualquier época: la libertad, la propiedad, la seguridad, la resistencia a la opresión.

Sobre la libertad, destaca que los hombres nacen y permanecen iguales en derechos, entendiendo que la libertad debe respetar los derechos de los demás, sólo la ley le puede poner límites. También tiene en cuenta la presunción de inocencia e irretroactividad de la ley.

Sin embargo, en pleno siglo XXI en muchas naciones los derechos del hombre ya perdieron vigencia. Cualquiera podrá decir que nunca existieron, pues la tiranía de los gobiernos se ha convertido en la mayor opresión de los pueblos americanos. Los gobernantes adoptaron como máxima norma constitucional la ley de la reelección perpetua, utilizando como herramienta la demagogia populista.

Justifica estos hechos el gran filósofo griego Aristóteles, en su obra La Política, cuando menciona los sistemas políticos: los puros o rectos que son aquellos que tienden al bien común como el ejercido por el monarca, y los impuros o desviados aquellos que benefician a algunos pocos o a muchos.

Entre los impuros encontramos: la tiranía, gobierno de uno que llega al poder por la fuerza, hoy día también se llega por el  populismo. Oligarquía, el poder supremo que es ejercido por un reducido grupo de personas que pertenecen a una misma clase social. 

Pese a que en muchos países se ha perdido la libertad para elegir, como en Venezuela y Cuba, es un deber perpetuar en nuestra memoria con todos los honores al gran Precursor Antonio Nariño, a pesar de que la historia gira y gira, como lo advierte Diomedes Díaz en su canción… “La vida es un baile, que con el tiempo damos la vuelta”.