En los últimos días hemos tenido grandes penas en la institución. Primero, la pérdida del Señor General Bernardo Camacho Leyva, de quién en su momento escribimos una columna, y hoy sobrellevamos el deceso del Señor General Pablo Alfonso Rosas Guarín, un santandereano que llegó a la capital, por la década de los años cuarenta del siglo pasado, con el fin de culminar sus estudios de bachillerato en el Instituto del Carmen de los hermanos Maristas e iniciar la carrera de las leyes en la Universidad Libre, aspiración que cambió impelido por ese deseo de servir a la ciudadanía que traía en su corazón y que cristalizó cuando ingreso a la Escuela de Cadetes de Policía, General Francisco de Paula Santander, graduándose como comisario, a prueba en los primeros meses del año 1950, dando inicio a una carrera profesional accidentada y plena de sacrificios, pues para la época la imagen y futuro de la Policía eran algo incierto por el devenir político y, las alteraciones del orden público, especialmente en la capital del país. .El General Rosas Guarín, desde la escuela en épocas de formación, se destacó por su temperamento enérgico e inquieto, para quien el cumplimiento del deber y la seguridad ciudadana estaba por encima de cualquier otra consideración.
De su historia en la institución,-porque a ella dedicó la vida-, tenemos variados y diversos recuerdos que se concentran en ese afán por el progreso en la formación del recurso humano, sosteniendo en diversos escenarios que la capacitación e instrucción de los hombres permitiría el desarrollo y avance de la Policía, predicando una doctrina sustentada en un servicio cercano y permanente a favor de la comunidad., concepto que tuvo oportunidad de desarrollar cuando el mando tuvo a bien designarlo como director de la Escuela de Cadetes, esa alma máter institucional que tanto amó y llevó a lo largo de su vida en el corazón.
Permítanme hacer una remembranza, porque no puedo pasar por alto la determinación que tomó siendo Director de la Escuela, demostrando coherencia con lo manifestado públicamente, al autorizar bajo su responsabilidad el estudio nocturno en centros educativos de diferente nivel a los oficiales de planta de la Escuela de Cadetes, decisión que constituyó un hito histórico para el progreso y formación de los miembros policiales en todos los grados. Podría decirse, sin temor a equívocos, que el General Rosas Guarín abrió los caminos académicos que han hecho grande la institución, especialmente en una época donde el servicio y la disponibilidad para el mismo eran el fin primordial y único objetivo del profesional policial.
Otro gran sueño que dejó diseñado y programado fue la construcción de la nueva Dirección y el Hospital Central, obras que su sucesor se encargó de cristalizar, sentando las bases institucionales de hoy.