Macronerías | El Nuevo Siglo
Martes, 16 de Julio de 2024

La puerilidad francesa de Macron no solo es antológica, proverbial y paradigmática: es patológica, autodestructiva e ilimitada.

Aunque el líder natural de la Alianza Atlántica, esto es, el presidente de los EE.UU., ha dejado claro que permitirle a Ucrania que ataque al territorio ruso con armamento de la Otan arrastraría a Occidente al conflicto, Macron vuelve -una y otra vez- a hacerse el sordo.

Haciendo gala de los desvaríos que le caracterizan, ha llegado a aseverar que, “no estamos en guerra con Rusia y deseamos mantener la escalada bajo control” (¡!)

Empeñado en convertir los delirios en virtud, el jefe del Estado francés que, ante el general Charles de Gaulle parece un auténtico Triboulet -el ingenioso bufón de la corte de Francisco I-, Macron se empeña en provocar al invasor.

De hecho, ha anunciado que entrenará y equipará una brigada del ejército ucraniano, pero olvida que, sin negociaciones con los rusos, semejante esfuerzo solo servirá para prolongar la guerra de desgaste, modalidad en la que Putin es un verdadero experto.

También ha aventurado que formará una coalición de países decididos a enviar a sus instructores militares a Ucrania, pero tan impetuoso afán de liderazgo solo le llevará a perder muchachos franceses muy lejos de sus bienamadas banlieues.

Asimismo, ha prometido dotar a Ucrania con un cierto número de aviones Mirage 2000-5, pero, muy seguramente, esto solo le permitirá contemplar cómo corren la misma suerte de los sofisticados tanques Leopard.

Y en medio de ese derroche de fantasía estratégica, también ha dado vida un fondo con 200 millones de euros para reconstruir las infraestructuras del país agredido, pero con ello solo tendrá un buen ejemplo de lucro cesante.

Lucro cesante por cuanto un fondo como ese solo tendría sentido si se activa tras un acuerdo negociado que ponga fin al conflicto, so pena de ver cómo se tardarían más en reconstruir un complejo arquitectónico que Putin en volver a derribarlo.

Obviamente, Macron no se arredra, y aunque sabe que si envía a sus muchachos a enfrentarse al Kremlin ellos serán identificados como objetivos lícitos, no pasa de ufanarse al espetar, “¿quiénes seríamos si cediésemos ante las amenazas de Rusia?”.

En síntesis, todo ese paquete de ‘macronerías’ no tendrá ningún asidero si no obedece a dos criterios esenciales.

Primero que todo, un realismo negociador con Moscú que limite ahora mismo el expansionismo ruso pero que deje el tiempo necesario para fortificar la disuasión occidental en Moldavia, Polonia y los países bálticos.

Y segundo, unas instituciones ucranianas legítimas, es decir, basadas en elecciones y no solo en votaciones; pero también en un verdadero equilibrio, y no solo en la consabida separación de poderes.

vicentetorrijos.com