Malos comienzos anunciados | El Nuevo Siglo
Lunes, 9 de Enero de 2017

Escribo con el deseo, pero espero, de todo corazón, que este  2017 sea un mejor año para los colombianos, así no sea el más próspero, porque la prosperidad económica de la inmensa mayoría de los que menos tienen, quedó enterrada con un incremento salarial por debajo de sus expectativas, que se allanaron hasta el 8,0%, y aún de la oferta final de los empresarios –7,5%–, que el Gobierno, con el sombrero de empleador bien puesto y en un hecho sin  precedentes contra los trabajadores, bajó hasta el 7% –más de 1% por encima de la inflación, anunció con satisfacción prestada la ministra del Polo–, pero equivalente apenas a ¡1.789 pesos diarios!

A ello hay que sumarle la reforma tributaria más regresiva de los últimos tiempos. El Gobierno seguirá sosteniendo demagógicamente que la canasta básica no quedó con IVA, pero bien sabe que, por cuenta del monotributo, se afectara indirectamente el precio del “mercadito” que se compra al fiado en la tienda del barrio, de la misma manera que el impuesto verde a los combustibles afectará los costos de transporte y estos últimos a la canasta básica. Y además, los pobres no consumen solamente esa canasta DANE;  también compran aceite de cocina y se toman una cerveza cuando pueden. Mal comienzo anunciado para los colombianos, que lo empezarán a sentir tras la resaca del Año Nuevo.

Y cambiando de tercio, ni qué hablar del posacuerdo con las Farc, que empieza a mostrar sus fisuras y sus riesgos, con el guaro en una mesa y el fusil en la otra, con niños en medio de la francachela de guerrilleros y observadores de la ONU, que dejaron de observar para involucrarse indebidamente con los observados. Eso también comenzó mal, pero no con el “foforro” de Año Nuevo, sino desde las decisiones impuestas por las Farc en la negociación.

Empezó mal y generó dudas desde cuando Ban Ki-moon, ansioso de participar a ciegas en el proceso de paz, entregó la soberanía de la ONU en la escogencia de sus observadores en el mecanismo tripartito de seguimiento al cese de hostilidades y entrega de armas, sobre todo si la connotación de ese componente internacional no era “militar sino política”.

Puede sonar arrogante un “lo dijimos”, pero en un libro sobre el proceso de negociación, escrito a cuatro manos con el senador Barreras –“La Paz: dos versiones enfrentadas”. Planeta, mayo 2016–, en el tema de verificación anticipé que “Las dudas surgen cuando aparece una limitación, impuesta por las Farc, a la autonomía de la ONU para la designación de sus observadores. Como sacada de la manga se le exige que tales observadores deben provenir de países miembros de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe , y a renglón seguido precisaba que la tal Celac es otra de esas instancias multilaterales creadas por el Socialismo Bolivariano de Chávez, junto con el Alba y la Unasur de Samper, tocadas todas por la influencia del comunismo internacional y un furioso “antiimperalismo yanqui”.

 

Así pues, como también mencioné en el escrito citado, la presencia de la ONU aparentaba independencia, pero la insólita exigencia al máximo organismo multilateral del planeta, garantizaba parcialidad en favor de las Farc. 

En términos coloquiales, el amacice no era tanto con las guerrilleras de las Farc, sino una verdadera compenetración ideológica y política entre observadores y observados. Y la solución no es cambiar a unos por otros, como si la fiebre estuviera en las sábanas, sino eliminar del Acuerdo la exigencia que lesionó la autonomía y neutralidad de la ONU.

@jflafaurie