MAURICIO BOTERO MONTOYA | El Nuevo Siglo
Lunes, 25 de Marzo de 2013

De Julio Verne, Azimov y Dante

 

“Psicohistoria, la ciencia que nace de la red”

Verne fue al muelle a fugarse en un barco que zarpaba para América, el papá lo supo. Le dio su paliza y lo regresó a casa. El muchacho, desde entonces, se dedicó a fugarse en el tiempo hacia el futuro. Describió buena parte de los inventos lejanos de la navegación submarina y aérea.

Con el “Nautílos” de sus novelas se bautizó al primer barco submarino de la realidad. Esa fuga futurista tenía sin embargo su rigor. El visitaba a los ingenieros  franceses, les decía que estaba escribiendo novelas. Ganaba su voluntad. Y luego les pedía que proyectaran lo que podría hacerse en 50 o 100 años. Lo teóricamente probable. El resto lo dejó a la imaginación y a su formidable prosa. Pudo sortear así la incertibilidad que rige toda proyección basándose en la más probable línea progresión técnica. En su caso acertó.

El caso de Dante es más misterioso.  En su Comedia,  tras haber bajado por una caverna al purgatorio y luego al infierno sale al otro lado del mundo, al paraíso. Y describe La Cruz del sur que no se ve desde Europa. Y lo que es más asombroso afirma que mientras en el hemisferio norte es de noche, en el sur es de día. Esto casi dos siglos antes de Colón… en su canto I,39-45 del Paraíso. ¿Cómo lo supo? Uno supondría que al sumergirnos en esa cosmogonía medieval vamos a ver disparates facticos. Y nos encontramos con paradojas inexplicables. Por supuesto no hablo de la belleza, el espacio no da para tanto. A Dante le tocó sufrir la renuncia del papa Celestino V que facilitó el ascenso del belicoso enemigo de Florencia, Bonifacio VIII. Dante escribía su Comedia bajo ese reinado y no podía en consecuencia ubicar a Bonifacio en el Infierno como quería, por cuanto ese Papa tenía el defecto literario de aún estar con vida. Pero el autor no se dejó estorbar por la realidad. Al pasar por el infierno se topó con Celestino. Y le preguntó de quien era esa sepultura vacía de al lado. El ex Papa le dijo que ese hueco esperaba con ansias al papa Bonifacio…

En una reciente edición de The Economist se comenta la invención de una nueva disciplina llamada la “Psicohistoria”. Nace de la red. Se nutre de los celulares, los P.C., el uso de las tarjetas de crédito, los gps. Y con esos datos y un nuevo software, puede predecir con un ochenta por ciento de acierto en donde estará la población de una ciudad en un momento dado. Esa palabreja nace de la saga de la Fundación de Asimov, es una ciencia que combina la historia, la psicología y estadística matemática para calcular el comportamiento probable de grandes conglomerados de personas. Si bien no se pueden prever las decisiones de un individuo si la población es lo suficientemente grande, logra dibujar un cuadro general de lo que  ocurrirá muy probablemente. Sin duda no es una ciencia “exacta”, por cuanto la ley de la incertibilidad inscrita en el universo limitó lo que antes se entendía por exactitud. Lo cierto es que a diferencia de Julio Verne que proyectaba la realidad, ahora es la ciencia de la Psicohistoria la que busca su inspiración en la ficción del excelente autor Isaac Asimov.