MAURICIO BOTERO MONTOYA | El Nuevo Siglo
Domingo, 7 de Abril de 2013

Los insultos de varios expresidentes al proceso de paz es señal de que hay avances serios. Temen un triunfo ajeno en donde ellos fracasaron. Parecen ser incapaces de elevar la vista más allá de la inmediatez. Pues el fracaso de ellos en la mano blanda y en la mano dura es parte de la actual victoria del proceso del cual sus esfuerzos hacen parte.

La mano blanda creó una conciencia nacional de la degradación política a la que había llegado la guerrilla. El fracaso de esa negociación en el Caguán fue un acto pedagógico a gran escala ante la comunidad mundial. El golpe moral y político fue mortal.

Y luego la mano dura de la Seguridad Democrática concretó en número de bajas el error histórico de esa guerrilla. Pero no la acabó. Ese es el asunto. No logró acabarla, sin embargo si sumamos esos tres momentos se ven como un esfuerzo continuado cuyo resultado último es una negociación. Y esa búsqueda de la paz por todos los medios no es tan sólo el propósito de tal o cual gobernante. Se trata de un principio Constitucional obligatorio. Seguro esa exitosa negociación no logrará todavía hacer de Colombia una nación pacífica. Pero se trata de un avance. Eso es innegable. Que lo logre el actual gobierno permitirá disminuir las muertes y el dolor del país. Le abriría la puerta a una representación legal de un conjunto de colombianos que no vieron otra forma de salida para sus vidas que la insurrección armada, llenos de furia y acicateados por abismos sociales que ciertos economistas citadinos minimizan, se entregaron durante tres generaciones a la guerra.

Fingir creer que Colombia no es uno de los países más inequitativos del planeta lleva a creer, como la guerrilla, que eso se logra calmar a bala. Y esa es la paradoja del ultra derechismo anarquista.

Este gobierno ha cometido sin duda una serie de errores. Basta pensar que tras tres años busca aprobar proyectos claves con llamados de “urgencia” al Congreso. Vaya previsión. Tras prometer no aumentar impuestos, se los impuso al asalariado que gane más de tres  millones de pesos. Exonerando a los dueños de los dividendos.

Si un grupo económico como los cafeteros recibe recompensas por sus pérdidas jamás comparte las ganancias con la consigna famosa desde 1974 “la bonanza cafetera es de los cafeteros”. Otro tanto ocurre con otros gremios. En cambio la última reforma tributaria le puso tope a la clase  media que a pesar de su trabajo y preparación llega un momento en que no le convendría un ascenso salarial por el descuento tributario tan alto. Así debilitó a los sectores medios. Poco va a mejorar el índice Gini de concentración de la riqueza. Índice con el que gobierno Uribe logró ganar medalla de bronce apenas superado por Angola y Haití. Si a pesar de estas condiciones se logra concertar una negociación con las guerrillas, eso no le vendría mal al país que tiene a sus espaldas una tradición venerable de malos gobernantes que a veces hacen algo bueno. Pero buenos y malos constituyen la parábola conjunta e indivisible de esa historia.