MAURICIO BOTERO MONTOYA | El Nuevo Siglo
Lunes, 9 de Junio de 2014

Los fugados

 

Se  voló la refugiada en Panamá. Allá fue a dar apoyada por fuerzas oscuras que adujeron su desconfianza en la justicia colombiana. Prefirieron la ley panameña que acaba de confirmar que ella es una delincuente común cuyo refugio fue ilegal. Y algunos sostienen que se logró por medios crematísticos. Cómo hizo para sostenerse cómodamente todos estos años, sin empleo, merece investigarse. Pero es de temer que tome para siempre las de villadiego, como lo hizo el psiquiatra Restrepo. Ella sabe algo que alguien no quiere que se sepa. Y su temor ya no será con las leyes de los dos países, sino con sus encubridores si se sienten apurados. La campaña de las derechas criollas sigue pues girando en torno del Código penal. En perspectiva esa corriente quedará debilitada.

Al ser nosotros el único país de América cuya dirigencia ha sido incapaz de crear un Estado incluyente, la guerra interior resultante se convierte en una suerte de feria para el tráfico de armas avituallamiento, y movimientos financieros subrepticios. En todo caso en la historia nacional el anterior gobierno tiene el récord de mayor número de empleados presos por delitos que abarcan desde peculados y cohechos a chuzadas contra las altas cortes. Por no mencionar los falsos positivos. La bibliografía criminal que tenía el gobierno Samper en el primer puesto de atracción, ahora fue ampliamente desbordada por el señor del ubérrimo.  Quien es débil en la defensa y fuerte en el ataque. Y no se ha atrevido a demandar por calumnia a los autores que, ellos sí, evidencian la cercanía del expresidente con el paramilitarismo. Así las cosas los asesores de su nuevo candidato (el anterior fue Santos) le han recomendado no salir a defender al señor del ubérrimo. Se trata entonces del amor que no puede decir su nombre, como en la obra de Oscar Wilde.  Zuluaga en la última ronda electoral superó en votos al de su titiritero lo cual le da cierta capacidad de juego. Pero su apoyo legislativo está en manos de personas que por sí mismas no habrían salido electas y están llenas de odio como la señora Cabal que nunca leyó Cien años de soledad o el primo hermano y asesor de Pablo Escobar. Con ellas y esa actitud revanchista la paz no es posible ni siquiera con ellos mismos. Si se impone ese sector la guerra intestina colombiana continuará. En estas elecciones, descontado ya el voto en blanco, el menor de dos males es Santos. Se trata de un mal, para qué negarlo. Pero el terror de una extrema derecha vengadora encarnada en el anarquismo anti-estatal de Uribe asusta. Y siempre existe el margen para la paz. Colombia sin guerrilla puede ser una pequeña potencia. Es una esperanza mayor que el miedo. Colombia está como dice en un poema Konrad Weiss, Sin miedo está la rosa sobre su tallo, abierta e inconmovible en su esperanza.