Mediocridad y Poder | El Nuevo Siglo
Martes, 28 de Julio de 2020

Ser permisivos y justificar la mediocridad por razón de compromisos electorales, es imperdonable, además de hacérsele un grave daño al país. Naturalmente, un gobernante prefiere rodearse de personas de su confianza, pero se supone deban ser competentes y honorables. Porque, nombrar funcionarios mediocres no sólo representa un gran desgaste en el cumplimiento de sus metas, sino de su imagen ante la opinión pública.

Los requisitos mínimos para ocupar cargos públicos, se encuentran establecidos por norma y su cumplimiento lo supervisan los organismos de control y de la función pública. Pero cuando el gobierno en sí es mediocre en su composición a varios niveles, es porque quien lo inspira y promueve también lo es. "Los partidos seleccionan a sus candidatos más en función de su lealtad hacia la cúpula que basándose en su competencia y honestidad, como deseaba Platón", expresa Willian Marroquín en su obra: ¿Por qué los mediocres llegan al poder? 02-06-2016.
En el mismo sentido existen otros ensayos, como: "Cuando los mediocres llegan al poder", escrito por la periodista Marta G.Aller (mart.g.aller@elindependiente.com) de enero de 2019, y en el que cita al filósofo Alain Deneault, quien se refiere a los mediocres con poder y afirma: "si la meritocracia es el gobierno de los mejores, la mediocracia es el de los mediocres". Mediocres, generalmente de compartimiento arrogante, que creen merecerlo todo y por supuesto su mismo nombramiento. Así, llegan a conformarse círculos cerrados de mutua conveniencia, donde operan los padrinazgos, las recomendaciones, el canje para el nombramiento de parientes y amigos, y cuyo propósito es el de "tú me ayudas yo te ayudo", conocidos como "roscas políticas" y a lo cual se le denomina "política, con minúscula", organizada no necesariamente para seleccionar a los más brillantes y capaces sino a los que convenga.

Los grandes acuerdos se reservan para la "Política con Mayúscula" dónde surgen también errores mayúsculos, pensamos nosotros, con mayor razón si el gobierno en su conjunto es una "Mediocracia". Modelo para el que existen expertos en el "armado político" que practican los políticos deshonestos, que se ha vuelto rutinario y desafortunadamente termina aceptándose como "normal". Ante lo cual, la gente buena no reacciona y es pertinente que conserve su espíritu crítico para no convertirse en cómplice. No sé puede cohonestar con quién se eligió creyendo que así lo protegemos de la censura de la oposición. A todo señor todo honor y así como se debe reconocer lo bueno hay que censurarle lo malo, sin atrincherarse por pretexto, en la polarización mediocre de la política de este país donde todo vale. No debe ser así, hay que respetarse y ejercer el derecho a la crítica y al disenso con el fin de evaluar con objetividad y calificar bien o mal, el desempeño de sus gobernantes.

El debate es indispensable para alcanzar el progreso, no esa clase de "solidaridad" terca, obstinada, enfermiza, sumisa, permisiva y cómplice, sin principios ni ética, que encubre una mala gestión; lo cual también es corrupción.