El futuro de un país no puede construirse sobre la base de la mentira.
La mentira transforma la realidad.
Mienten los políticos a falta de argumentos serios y convincentes.
Mienten los medios de comunicación sin ningún escrúpulo por congraciarse con sus dueños y patrocinadores.
"Noticias falsas, otro factor de violencia en las protestas", tituló el diario El Tiempo en primera página hace menos de un año.
En una democracia los medios de comunicación no pueden proporcionarse para tergiversar la realidad, su función es divulgar la verdad monda y lironda, la cual es el centro del periodismo y de la vida en general, informar y crear opinión objetiva y verás.
Mentir implica intencionalidad y la ciudadanía engañada por los medios de comunicación multiplica el embuste creyendo haber sido informada de la verdad.
Mienten los abogados, mienten a su acomodo, los fiscales, los jueces y los altos tribunales, los procuradores, los contralores y en general quienes se supone deben ser garantes de la verdad y solamente la verdad.
Navegamos en un angustioso mar de dudas que confunde y trae consigo la desesperanza.
Ahora, si bien existe la posibilidad de intercambiar opiniones a través de las redes sociales y así poder develar la manipulación de la noticia por parte de la prensa, estas han comenzado a perder credibilidad en la medida en que a través suyo también se hace apología de la mentira.
Nada más irresponsable que reenviar a través de las redes sociales, mensajes que invaden con insistencia el espacio personal a fin de hacernos partícipes de supuestas polémicas basadas en fake news o en el desprestigio o el odio contra de alguien o algo.
Consignas engañosas utilizadas estratégicamente con el fin de estimular la protesta, tratar de radicalizar posiciones y generar reacciones violentas.
Los partidos políticos dejaron de actuar en función de su inspiración ideológica y doctrinaria para dar cabida a egoísmos enfermizos que hoy día se atacan unos a otros.
El expresidente izquierdista de Uruguay, José ‘Pepe’ Mujica dice:
“Una cosa es ser pasional y convencido de lo que uno defiende y otra es caer en el fanatismo, que no deja percibir los tonos de la realidad. En la alta política es un mal mayor vivir con odio, pero en las relaciones humanas es peor porque nos llena de imbecilidad”.
Miente el padre de familia, miente la madre, mienten los hijos, miente la familia y miente la comunidad.
Miente el profesor y el estudiante. Miente el comerciante, miente el empleado, miente el patrón, miente el contribuyente; miente todo el mundo y no hay quien creerle.
Al final de cuentas, se trata de un problema de ética y moral, con graves consecuencias para todos.
*Exgobernador del Tolima