Debieron pasar muchos años, inexplicablemente, para decidir por fin sobre la construcción del Metro en Bogotá, aun siendo la solución más importante del transporte masivo.
Mientras tanto, más de 20 ciudades en Latinoamérica se le adelantaron, incluso desde hace bastante tiempo como sucedió en Buenos Aires-Argentina, el más antiguo, subterráneo para más señas como el de Lima: los demás elevados.
Teniendo claro que el Metro de la capital Colombia se necesita con urgencia y que independientemente de quien llegue a la Alcaldía será su obra prioritaria,
no puede suceder que ahora nos veamos enfrascados otros tantos años para resolver si debe ser elevado o subterráneo.
Determinación de alto criterio técnico, para pensar resolverlo en el fragor de las elecciones a base de discursos panfletos y consignas.
Ahí hay una gravísima equivocación, en la cual vienen incurriendo los candidatos que aspiran llegar al Palacio de Liévano.
Es esta una decisión que requiere de altísimos conocimientos de ingeniería, de cálculos exactos, de estudios de suelos y demás exigencias de profesionales expertos en la materia, quienes determinan la viabilidad y factibilidad del proyecto, sus características físicas y estructurales, como su relación costo beneficio.
Particularidades a resolver con seriedad, cordura, y método, para una u otra opción, subterráneo o elevado; y no lo que ciegamente resuelva una masa de electores movidos por la emoción más que por la razón, mientras los candidatos se ensañan en sus discursos y sus diferencias pasan a convertirse en ofensas personales, muchas veces recíprocamente en contra de su honra y su buen nombre.
Es una disputa vulgar, agresiva e inspirada en celos y consideraciones temerarias como supuestos fraudes licitatorios para desviar la atención sobre una u otra opción. Decisión que debe ser objetiva, totalmente transparente y sin sesgo alguno.
.Ahora bien, Bogotá es una ciudad que nos interesa a todos los colombianos migrantes de distintas regiones del país, y porque también con nuestros impuestos contribuiremos en hacer posible esta obra.
No es un asunto de interés solamente para los raizales, mucho menos para atender los caprichos personales de un alcalde, sino para el bien común.
En consecuencia, el problema radica en que el tema se volvió político siendo un asunto técnico.
También, la desconfianza entre unos y otros termina por auspiciar rivalidades que pueden llevar a posteriores retaliaciones de la comunidad contra uno u otro sistema, dependiendo del que "gane", siendo más bien una obra que requiere convocar la solidaridad y el cuidado de toda la ciudadanía.
Entonces se necesita aterrizar el asunto con serenidad administrativa y si fuere del caso, con la supervisión y vigilancia del gasto por parte de un cuerpo élite de la Contraloría, y una veeduría ciudadana no contaminada, designados exclusivamente para controlar que todo se realice dentro del marco riguroso de la ley de contratación estatal y demás normas existentes al respecto; pero sobre todo, sacar el tema de los discursos a ver si así por lo menos les queda espacio para dar a conocer su plan de gobierno, particularmente en otros temas sociales como empleo, salud y educación.