MONS. LIBARDO RAMÍREZ GÓMEZ | El Nuevo Siglo
Domingo, 6 de Noviembre de 2011

A propósito de la Carta del 91 (XVIII)

En  medio de esas graves situaciones creadas en relaciones de Colombia y Venezuela, y el controvertido arreglo entre Bolívar-Páez, se daba en esas ideas impulso por el Libertador a su sueño de un gran Congreso Panamericano en Panamá. El Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia, con asentimiento de Bolívar y Santander, procedió a invitar a todos los países del hemisferio a un Congreso que tenía en mira formar una Liga Continental o Confederación, con propósitos de suministrar apoyo económico, fortalecimiento militar capaz de defender los intereses de todas estas naciones.
Desde el principio, así hubiera varias naciones que dieron todo apoyo (México, Perú, Centroamérica), hubo prevenciones por el Constitucionalismo democrático de Colombia” y cuidado por el “expansionismo” anglosajón.
Instalado el Congreso (22-06-1826) se avanzó en deliberaciones en donde se precisó que cuanto se busca era “un pacto perpetuo de amistad firme invariable y de unión intima y estrecha entre las naciones representadas”. Hasta el 15 de julio duraron las deliberaciones que llevaron solamente a débiles acuerdos concertados en “Consejos”. Bolívar pensaba en más unidad de las naciones libertadas por su espada, mientras Santander y Páez miraban ante todo a la propia unidad interna de ellas.
Momento de medir fuerzas entre bolivarianos (de gobierno fuerte y centralistas) y los “santanderistas” (de gobierno suave y federalistas) fue la Convención de Ocaña, convocada para definir líneas de política gubernamental con mayor o menor fortaleza del ejecutivo. Se instaló el 9 de abril de 1828, iniciándose con sentidos llamados a la concordia de parte de los convencionistas. Bolívar, desde Bucaramanga, envió mensaje poniendo de presente las graves dificultades, para sacar adelante la Nación y con reclamo por la demasiada atribución dada al poder Legislativo y la flaqueza a que se había reducido el Ejecutivo. Dos proyectos bien contrapuestos, según las dos corrientes que lo componían, fueron presentados, siendo vocero de la mayoría santanderista Vicente Azuero y de la línea bolivariana José María Castillo y Rada.
Tras largas discusiones no se llegó a ningún acuerdo. Descartada la presidencia de Bolívar en las deliberaciones, sus más fieles amigos abandonaron ese foro y quedando sin quórum no se pudieron tomar decisiones. Esa actitud de los bolivarianos fue vista como menos mal por el Libertador, pues, dice el imparcial Indalecio Liévano Aguirre “el proyecto de Azuero lejos de remediar los defectos de la Constitución de Cúcuta los agravaba” (Bolívar Capítulo XXXV).
Ante el fracaso de la Convención, y siendo tan urgente hacer frente a la grave situación del país, con el apoyo de fuerte movimiento que se lo pidiera, el 01 de julio de 1828, asumió el Libertador plenamente el poder. Declaró vigentes las garantías de la Constitución de Cúcuta, pero dejó sin vigencia algunos de sus artículos, suprimió la Vicepresidencia, y creó el “Consejo de Ministros”, reorganizó el gobierno con poderes dictatoriales para salir de la encrucijada de las fuerzas encontradas que conducían a la anarquía.
Después de asumir Bolívar el mando con poderes dictatoriales, decisión tomada, dice Liévano Aguirre “como último esfuerzo para salvar al país, con el aporte de su prestigio personal, el único elemento que podía crear cierta unidad organizada en medio de aquel desordenado proceso de disolución política y social (Bolívar -Cap. XXXV). Poca acogida popular tuvo esta decisión del Libertador, a la que se vio abocado por las circunstancias y sin la simpatía de Santander, sacado de la Vicepresidencia. (Continuará)