A propósito de la Carta del 91 (XXVI)
Inicia serie de gobiernos de dos (2) años, según la Constitución de Rionegro, el abogado y militar boyacense Santos Gutiérrez (1868-70), seguido del santandereano general Eustorgio Salgar, destacado por dar gran impulso a la Instrucción pública, apellidado el “Presidente Caballero”. Viene luego segundo mando de Manuel Murillo Toro (1872-74), siempre progresista, seguido de don Santiago Pérez, (1874-76), de Zipaquirá, gran pedagogo y escritor. Gobernará luego el santandereano, de Barichara, Aquileo Parra (1976-77), figura interesante por haber surgido con sus propios esfuerzos y tenido qué afrontar Revolución en 1876, que se inicio en el Cauca por desmanes de los libertinos protegidos por el gobierno seccional de César Conto, extendida por todo el país, y dominada, al fin, por el general Julián Trujillo. Fue encargado del gobierno el general Sergio Camargo (1877-78), por ocho meses, por enfermedad de Parra. Fue elegido, luego, el gran vencedor de la Revolución, general payanés Julián Trujillo, (1778 a 1780), quien dio muestras de gran apertura hacia la Iglesia Católica, resarciendo, en algo, lo sufrido por las confiscaciones de Mosquera, y dando cabida a la enseñanza religiosa en la instrucción pública.
Después de la anterior serie de presidentes, emerge la figura del abogado y escritor cartagenero Rafael Núñez. Al posesionar como Presidente del Congreso a su antecesor pronuncio Núñez una frase que encarnaría su propósito nacional, y futuras realizaciones, al expresar que, ante la grave situación del país, originada por las consecuencias de la Constitución de Rionegro, sólo quedaba un cambio fundamental: “O regeneración administrativa o catástrofe”.
Ya Presidente bajo elección de independientes liberales y conservadores, cumplió importantes labores (1880-1882) como impulso a los ferrocarriles, repatriación de obispos católicos desterrados por gobiernos anteriores, y creación del Banco Nacional. Sucedió a Núñez el jurisconsulto Francisco Javier Zaldúa, hombre honesto y gran patriota, quien tuvo dura oposición en el Parlamento y murió a los 8 meses, completando su período (1882-1884) el general y pedagogo José Eusebio Otálora, con excelente administración.
Después de ese período convulsionado, de veinte años con diez presidentes titulares y unos tres designados encargados, fue elegido por segunda vez Rafael Núñez (1884) en oposición al radical Solón Wilches, con apoyo de liberales independientes y conservadores. Por dificultades personales de Núñez asumió el mando el general Ezequiel Hurtado (abril - agosto 84). Posesionado Núñez (agosto 84) formó un gabinete ministerial con representantes de las distintas corrientes políticas y comenzó a dar pasos en grande para dar al país nueva Constitución.
Hecho de gran importancia, poco destacado en los avales históricos, fue la Revolución de 1885, que se inicia por encontradas actuaciones del gobierno central de Núñez frente a las pretensiones de plena soberanía de los gobernadores de Estados. Se inició esa rebelión en Santander y se extendió a casi todo el territorio nacional, con sangrientos combates y presencia en ellos de destacados jefes radicales enfrentados a Núñez como los generales Sergio Camargo y Daniel Hernández (primero en lanzarse en rebeldía), hasta llegar a la decisiva batalla de La Humareda, el 17 de julio de 1886. Allí el general Guillermo Quintero Calderón, con las fuerzas del gobierno central en encuentros navales, tras 9 horas de encarnizada lucha logra victoria definitiva con rendición de los opositores. (Continuará).
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*Presidente del Tribunal Ecco. Nal.