Monseñor Libardo Ramírez Gómez* | El Nuevo Siglo
Domingo, 22 de Noviembre de 2015

EN VOZ ALTA

Ante graves inconsecuencias

No  resisto decir en voz alta, así vengan duras reacciones de quienes tengan posiciones opuestas. No resisto a referirme, a grandes, para mí, inconsecuencias o contradicciones en cuanto a la apreciación y reclamos, o no reclamos, ante situaciones de orden universal o nacional. Veo, en lo que voy a referirme, sesgadas, injustas y contradictorias maneras de pronunciamiento ante hechos y personas.

Me hieren el alma las injustas y falsas acusaciones al gran Pontífice Pío XII, personalidad sabia, prudente y santa, a quien escuché directamente importantísimas enseñanzas que quedaron con precioso material para las deliberaciones del Concilio Vaticano II. Con inmensa admiración, a escala mundial, se le rodeó al morir, pero, cinco años después, se orquestó intencionada campaña en su contra en los medios de comunicación calificando de débil su actuación ante la barbarie nazi contra los judíos. Gran prudencia y probada solicitud fue la de este dignísimo Vicario de Cristo, siendo síntesis de su actuar la calificación dada por su gran colaborador, y futuro Papa, Paulo VI, quien dijera: “el Papa Pío XII hizo lo que debía hacer”. Con el correr de los años, bien quisieran sus gratuitos detractores, con gran inconsecuencia,  que la Iglesia pidiera perdón  por el proceder de ese egregio Pontífice.

Hemos tenido, en Colombia, el caso de un sacerdote, quien, no obstante la esmerada formación que recibiera como preparación de parte de la Iglesia, a pesar de jornadas de cultivo espiritual antes y después de recibir Órdenes Sagradas, a quien se le pidió ejercer su ministerio sacerdotal con limpieza de costumbres y supo de las condenas de Cristo y de la Iglesia, contra quienes escandalicen a niños y jóvenes, a pesar de lo cual cometió sórdidos abusos de unos menores. Al final, se da condena contra la Iglesia, como culpable por lo actuado por ese traidor a sus enseñanzas y disciplina. Se quiere, así, con nueva y manifiesta inconsecuencia, que esa desobedecida y solícita Madre Iglesia pida perdón por desvíos nefastos, en nada conexos con el ministerio de ese desafortunado sacerdote.

Un Presidente de Colombia, hace treinta años, debió afrontar desmesurada acción de asalto a la Corte Suprema de Justicia, por violento grupo armado, con propósito de llevar al Jefe de Estado a juicio público. La fuerza armada oficial realizó fuerte operación militar para reprimir ese asalto, iniciado a sangre y fuego, propiciando ese hecho criminal grave enfrentamiento, en el cual se hizo imposible negociar.  Ahora, después de pasados los años se pretende llevar al estrado de los acusados al Presidente y a quienes defendieron la legitimidad. Hubo, lamentablemente, confuso trato a personas que salieron con vida del lugar de los hechos, lo cual reclama seria investigación, pero pedir enjuiciamiento a los defensores de la legitimidad, con tenaz empeño de parte de un Fiscal, que, por otro lado, está propiciando la mayor benignidad con guerrilleros que han realizado crímenes atroces, es otra gran inconsecuencia.

En momentos en los que todos los buenos colombianos, con distintas propuestas y exigencias, queremos llegar a resultados que lleven a estabilidad en cuanto a la paz, cuando se reclama indulgencia para con manifiestos criminales, es inconsecuencia que se propicie exhaustiva investigación y condena pública, y se exija pedir perdón por hechos ya lejanos  ocurridos  en momento bélico de imposible total serenidad, ante la terquedad y furia del agresor.

Ante Pío XII, ante la Iglesia, ante un Gobierno legítimo que defiende al país de criminal afrenta, ser comprensivos y aprobar actuaciones hechas con ponderación, responsabilidad y rectitud, eso es ser consecuente, y avanzar hacia ambiente de cordura, ecuanimidad y paz. Eso es obrar en forma consecuente, y evitar graves inconsecuencias.

monlibardoramirez@hotmail.com

*Expresidente Tribunal Ecco.Nal.