El mundo está lejos, y bastante, de ser un producto terminado, más si tenemos en cuenta todos los retos en cuanto a convivencia entre los seres humanos, desarrollo en todas sus manifestaciones y cambio climático. En el siglo pasado, y con mayor velocidad en lo corrido del presente, la humanidad ha dado saltos cuánticos en lo concerniente a avances tecnológicos. De hecho ya se inventó lo que dentro de diez o veinte años va a causar furor por su novedad y aplicaciones prácticas en la vida cotidiana. Cuando en los años sesenta se emitió el primer capítulo de Star Trek, traducido al español como Viaje a las estrellas, temas como la teletrasportación molecular y velocidades a distancias impensables en tiempos increíbles parecían solo producto de una imaginación desbordada e incluso desquiciada. Hoy eso no solo es real, sino que abre nuestro conocimiento a infinidad de posibilidades.
Somos co-constructores de mundos; esa es parte de nuestra misión en esta dimensión y hasta ahora estamos comenzando. Como todo proceso, la creación de nuevas posibilidades no es una recta ascendente, sino una dinámica en espiral, llena de subidas y bajadas, ensayos y errores. Los grandes inventos han tenido resistencias igualmente grandes, pues siempre hay personas que se benefician con el statu quo. A los trasportadores que con sus barcos cruzaban el Atlántico antes de la Segunda Guerra Mundial no les convino el desarrollo de la aviación, que finalmente llegó a ofrecer recorridos más rápidos, seguros, económicos y diversos; entonces, los navegantes tuvieron que re-crear su negocio, surgiendo los cruceros de turismo, hoteles flotantes de hasta siete estrellas, más baratos que los de tierra. Cada invento jalona un poco a la humanidad, le expande sus horizontes de bienestar y genera nuevos oficios.
A principios de siglo casi nadie pensaba en trabajar como community manager ni trader de monedas electrónicas. Algún equipo de visionarios ya tenía diseñados -–incluso con pruebas piloto- lo que hoy es tan usual que parece que siempre hubiese existido. Tal vez más importante que lo que ya se ha creado es lo que está por desarrollarse: somos protagonistas de nuestra historia. Necesitamos más procesos para desalinizar el agua de los mares o aprovechar la lluvia, el viento y el sol; también optimizar el acceso a redes de información, para convertirla en datos útiles; precisamos crear nuevas formas de aprender y de comunicarnos. Y con urgencia requerimos maneras actualizadas para vivir lo básico desde la cooperación, en esfuerzos pequeños que pueden producir grandes diferencias en nuestros entornos cercanos.
Latinoamérica presenta una crisis el sector de ciencia y tecnología: necesitamos voluntad política para que el desarrollo se dé en condiciones de equidad, por lo que elegir a quienes tengan en ello una clara apuesta resulta clave. Se necesita también un sistema más ágil y sencillo para el registro de nuevas patentes. Pero, por encima de todo, se necesita que cada quien identifique qué puede aportar para mejorar lo que ya existe, desde la consciencia de ser co-constructor de mundos. ¡Co-creemos!